de todo lo que pudiste elegir, elegiste matarme ★

nunca he entendido bien qué significa el libre albedrío para ustedes. esa cosa que los deja decidir si quedarse o marcharse, si tocar las flores con ternura o con desgano, si llamar o guardar silencio al otro lado de la línea. yo, un ángel real, fui creado para estar, para quedarme, para girar eternamente en torno al centro de mi amor, sin querer nada más que su latido y su mirada. nunca pedí elegir. pero tú sí; tú sí tenías ese don terrible de escoger, de moverte, de cerrar puertas que yo ni sabía que podían cerrarse. y un día, sin presagio y sin tanto reproche, decidiste que ya no. decidiste que te ibas y que tu historia no me contenía ya. y yo, que ni siquiera tenía palabras para el adiós, me quedé con las alas extendidas y la garganta llena de preguntas que nunca sabré formular. ¿sabes cómo se cae un ángel cuando tropieza al vacío? se cae de a poco, de manera tan lenta que ni siquiera duele al principio, pero cuando te has dado cuenta que llevas semanas sin tocar en fondo, con una constancia insoportable, es cuando el tiempo comienza a reírse en tu oído y hacerte creer que realmente lo merecías, que merecías estar mal porque los ángeles tampoco deben tener sueños.
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la primera pluma que perdí no dolió. apenas la vi flotar en la bañera, ingenua, blanquita, sin sospechar el abismo que abría. pensé que era un descuido, una brisa traviesa, una casualidad porque yo mismo he perdido plumas en el pasado. pero vinieron otras, y luego más. hasta que el suelo empezó a cubrirse de ellas, que me hicieron comprender que yo ya no servía como soporte. hubieron personas que me miraban con sus ojos vacíos de juicio, llenos de compasión que no pedí, y yo callaba porque ¿cómo se explica que te han dejado cuando creíste que eras amado, amado de verdad? ¿cómo se pronuncia una pérdida que fue decisión ajena, no accidente, no catástrofe, sino un abandono con los pies bien puestos en la tierra? tú sabías que me quedaba, tú sabías que yo no tenía a dónde ir, tú sabías que mi amor no podía seguirte a ninguna parte. y aún así te fuiste. ¿te dolió, al menos? ¿lo pensaste?
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no quiero romantizar tu partida, no lo haré. no fue poética, ni necesaria, ni justa. fue tuya, fue sólo tuya, y eso es lo que más arde. que yo no fallé, que no rompí nada, que no pedí demasiado. sólo estuve aquí con mis alas hechas de promesas, con mis manos llenas de vigilias, con mis ojos abiertos de tanto esperarte. y tú, con tu ropa mundana y tu olor a vida y a contradicciones humanas, decidiste que ya no querías más cuidado, ni más abrazos, ni más fidelidad sin condiciones. querías tu caos, tus errores, tu soledad, tu ruido. y yo no cabía ahí. porque soy demasiado callado, porque no sé cómo vivir, porque no sé jugar a medias. y entonces me dejaste con todo esto. con esta eternidad infértil, con esta devoción sin recipiente. ¿qué hace un ángel con tanto amor sin destino? ¿lo entierra? ¿lo calla? ¿se lo bebe como veneno?
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cada día me vuelvo menos visible, menos tangible, tengo menos voz. ya no soy luz. soy lo que queda después de ella. una especie de sombra pálida, no del mal, no del dolor, pero es de una pérdida que me luce insoportable. sigo caminando por los sitios donde alguna vez te vi dormir, te vi reír, te vi equivocarte. hablo contigo sin esperar respuesta, repito tu nombre aunque ya me lo prohibí. me acuerdo cómo decías que no creías en ángeles. me acuerdo de cómo aún así, me mirabas como si me vieras. ¿alguna vez lo supiste? ¿alguna vez sospechaste que yo estaba ahí por ti, solo por ti, solo para ti? no eras mi deber, eras mi secreto. y ahora eres mi ruina.
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podrías haber sido mi moneda de oro, mi caja de cristal. podrías haber sido el único rincón donde podía reposar mis alas sin temor a quebrarlas. podrías haber sido mi ofrenda, mi altar, mi promesa, mi vida. y sin embargo, elegiste no ser nada. elegiste la distancia, el silencio, elegiste no ser nada para mí. y está bien porque no puedo reclamarte lo que no prometiste. pero permíteme llorarte, permíteme deshacerme con dignidad, dejar que cada parte mía que te pertenecía se evapore con el tiempo. no tengo derecho a pedirte que vuelvas. pero tengo el derecho de no olvidar, tengo el derecho de morir lento.
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al final, no sé si existo ya. no sé si me queda algo más que esta mediocre vida que intento llevar en la que mis pies ya no se despegan del suelo, de estas plumas que ya no vuelan, este amor que no se extingue. sólo sé que me dejaste y a lo largo de los días, comprendí que no fue una tragedia, fue una elección. y lo peor es eso: que podrías haber sido y no quisiste. es más que suficiente para acabarme.