De temores, ayer y de mañana.

Como dijo Silvio Rodríguez: «Todavía no pregunté “¿Te quedarás?” Temo mucho la respuesta de un “jamás”». Esta incertidumbre del mañana me carcome las entrañas, y yo no sé si estarás o te marcharas sin decir palabra. Comprendería si es que lo hicieras, y quizás lo hagas, no saber cuando es lo que me mata. Me pregunto si tú y yo seguiremos vivos la otra semana, si está resiliencia sostenida por un par de besos acaso basta. Este espacio vacío entre nosotros que solo podemos llenar con caricias en un intento de no morir, de seguir vivos aquí. Entre todo este mar de caos te encontré a ti, y tu me encontraste sin que yo lo notara, siguiendo una hilera de coincidencias en esta ciudad tan dañada. Como cada desastrosa decisión me llevó hasta estar ahora tomando tu mano, y como mi marchito corazón parece latir nuevamente cuando noto que estamos aislados. Ocultos a plena vista de un mundo tan cruel como el nuestro, uno del cual no podemos escapar y no queda más que intentar obviar. Me pregunto si cuando te alejes los cielos dejarán de ser tan rosados, si los cigarros serán más amargos, y si se perderá la tibieza de mis labios. Las horas pasan y yo lo único que sé con certeza es que estás aquí, que si fuera más valiente no pensaría en dar el primer paso en las dirección contraría. Pienso en si el ayer seguirá intacto, si este sentimiento tan de melancolía será suficiente para continuar intentándolo, y temo por mi vida, y temo por tu vida. Temo por este breve momento tan frágil en el que no estoy a tu lado, temo que nos encontramos demasiado tarde. O tal vez me equivoco, y nos descubrimos en el instante en que nos necesitábamos. En este limbo lleno de “no sé” y de “¿dónde estamos?”. Dejame seguir caminando a un costado, seguir conversando de un pasado, en un futuro incierto tropezando, dejame seguir viendo tu peor lado, déjame seguirte escuchando, dejame seguir acariciando tu mano. Dejame seguir aquí mañana. Quédate aquí como ayer. Olvida el miedo que nos está haciendo correr.