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De rodillas y corazones rotos

Dec 7, 2025

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De rodillas y corazones rotos
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Hace un año se me rompían la rodilla y el corazón. 

Sucedía aquel "trámite" de decirse cosas que ya se sabían pero se dilataban y se apretujaban en algún lado adentro, para seguir tirando de ese hilo fino, agarradito apenas de una o dos fibras, que sostenía nudos de angustia en la garganta, la misma que recibía con esfuerzo traguitos de un café particularmente asqueroso, que inauguraba ese arduo trabajo emocional que es el duelo. Así de rota, resolutiva y rumiante iba camino a hacerme la resonancia mientras una vocecita me repetía muy sarcástica y dramáticamente: "Te quedaste sin rodilla para bailar, sin pareja para amar y sin certezas para proyectar. Más que sin el pan y sin la torta, vos llegaste a la panadería después de dos horas de viaje y estaba cerrada". A partir de ahí, mi vida entró en una avalancha constante de cambios, y un año después del derrumbe, puedo decir que aprendí algunas cosas... 

Primer spoiler: el volantazo me encontró con un entendimiento profundo. Una noche, mientras lloraba a moco tendido en la ducha mientras me repetía que la vida tenía que seguir, que todo iba a estar bien, que un día a la vez y me auto consolaba pensando en cortar el agua para ir a bailar un rato al comedor, lo descubrí:  "Yo hago arte para sanar". 

Desde esa bajada casi mística, no dejaron de arribar a mi mente recuerdos y elecciones que reforzaban la idea. Me ví de niña haciendo payasadas, bailando o cantando para mi familia. Me ví adulta, conservando aquellos roles familiares. Me observé en mis espacios de trabajo, eligiendo la enseñanza artística, cuidando las semillas que son la creatividad y la imaginación.

La necesidad de vincular el arte con la salud se hizo evidente. La falta de herramientas para acompañar algunas cuestiones que aparecían en el salón de danza, mi inquietud por contar con eso que me faltaba para hacer del espacio de clase uno fructífero y contenedor para todes, me habían acercado hace un tiempo al acompañamiento terapéutico, y gracias a un docente de esa formación, descubrí la psicomotricidad. 

Por curiosidad más que por interés, yo, la abandonadora serial de carreras me metí en la web de una tal "UNTREF", hice doble click en "Licenciatura en Psicomotricidad" y entré a ver el plan de estudios. No voy a mentir, ví muchas veces las palabras "corporal" y "juego", y pensé: "Me gusta, no tengo ni idea qué es esto, pero me gusta". Y me anoté. En ese momento no lo sabía, pero estaba por recuperar algunas certezas.

Por unos meses deposité toda mi libido en el trabajo y el estudio, y así fui recuperando lentamente mi autoestima. En cierto momento del año me encontré cursando, actuando en una obra, bailando en una fiesta, dando clases, entrenando con una crew de competencia y a punto de cumplir uno de mis mayores sueños: viajar para bailar. Nos íbamos con la crew a competir al mundial de Hip Hop en Estados Unidos. El giro parecía casi de película. Pero otra vez, la vida me dijo que no iba a ser... 

Mi realidad económica me puso una situación compleja frente a los ojos: si viajaba me endeudaba por un buen rato. Además, perdía la oportunidad de rendir materias en las que venía muy bien, proceso que me había costado muchísimo esfuerzo, y que por supuesto había disfrutado. Casi sin pensar, seguí con la idea de viajar y cuando se hizo impostergable tener que tomar una decisión que, de cualquier modo implicaría pérdidas significativas, me ví eligiendo como nunca antes. Por primera vez, algo fue más importante que la danza. Elegí cuidar lo recorrido y terminar el proceso en la facultad. La última señal llegó con el rechazo de la visa estadounidense. Y así, apretando los dientes de frustración, me bajé de uno de los grandes sueños de mi vida. La realidad me indicaba que el precio a pagar económica, física y mentalmente era demasiado alto para mi. Y debo admitir que aunque dolió, fue la decisión acertada. Aprendí que los sueños no se cumplen a costa de todo, aunque las redes y la presión del éxito nos lleven a creer que así debe ser. No se es cobarde por poner la salud por delante de una meta. 


Con esa nueva caída, mi ritmo de vida empezó a tambalear. La exposición constante, los picos de dopamina y adrenalina, y sus respectivas bajadas de angustia, el hacer de mi cuerpo (aún lesionado) mi principal herramienta de trabajo (sin tener derechos laborales garantizados), empezaron a indicarme que por ahí no era. Empecé a sentir que aquel proyecto tan soñado y buscado por años que me era por fin accesible, no me estaba haciendo bien. No era una vida que yo pudiera sostener de forma saludable a largo plazo. Por tercera vez, la vida me dijo que no iba a ser. 


Y me bajé… Dejé la obra, la crew y la fiesta. Por momentos sigo pensando en lo difícil que puede ser no confundir tener con desear, y lo engañosa que puede ser la idealización. Por supuesto, me aferré aún más a la psicomotricidad y las transformaciones siguieron. 

Las noches de fiesta, se convirtieron en noches de estudio. Las medias de red y los trajes, se convirtieron en ambos y ropa de “mortal". La capacidad de memorizar coreografías se convirtió en la capacidad de memorizar enzimas, estructuras anatómicas y biomoléculas. Las lágrimas del desamor se convirtieron en lágrimas de frustración frente a textos imposibles. También hubo reencuentros. Me reencontré con la lectura y la escritura por placer, y con mi niña lista para jugar y compartir con otrxs cada viernes en el taller. 

No mentía cuando dije que aprendí bastantes cosas en un año. Pero principalmente, entendí que el arte trae consigo un potencial transformador, y por supuesto, de sanación. Porque es en esos ratos de fantasía, en esos escenarios ficticios que creamos para apartarnos del mundo allá afuera, que las personas nos olvidamos por un rato que la vida, los amores y el cuerpo duelen, que el contexto se pone cada vez más hostil, y eso nos asusta. El arte, en su lógica imaginativa nos invita a inventar otros escenarios posibles, nos hace sentir y pensar cosas de modo tal que la reflexión se vuelve herramienta facilitadora para la creación de más preguntas. 

Entendí que en el dolor, la adversidad, el miedo o la incertidumbre, mi herramienta siempre es crear. Hacer del arte un canal que me permita sublimar y expresar lo que me pasa. Deseando que alguien se encuentre con eso. Porque a veces lo hago para sentirme mejor, pero son muchas más las veces que lo comparto pensando cómo podría impactar en el otro. 

No puedo concebir el arte por fuera de lo colectivo. Creo que la obra se torna poderosa cuando es pensada y creada para impactar, tocar o resonar en alguien. Supongo que la búsqueda es arrimarse a ese gran alivio que produce saber que no estamos solxs. 

No sé cómo seguirá la historia, por ahora les puedo contar que la rodilla y el corazón están mejorando. Y no, esta carrera no quiero abandonarla. Aunque siempre que me fui de carreras (o de amores) fue por escuchar mi deseo.

Sophya Abril Mora

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