de los lugares que habité

a puñetazos vivo. respiro segundos de hematomas. escupo impresiones y recuerdos que me van a estallar la cabeza toda-la-vida a calibre doce. a dagas que he compartido en complicidades por cada barrio y en cada cuerpo que he querido.

lo que quiera ser hoy soy, y también soy todo lo que quieren que sea hoy. me las hallo más de perder en estática, viendo segundo-por-segundo tiempo desperdiciado, mudando los mismos males. y no sé cómo eso podría ser vivir.

es peligroso vivir a costas de un mismo sitio,

de una misma necesidad,

arrastrando el cadáver nuestro,

de ser la misma persona, ¿no?

mis hogares son todos los que mis pies pisen más de tres minutos con treinta segundos. lo pierdo todo y comienzo de cero otra vez, respiro y me siento con vida. tan libre de ser una nueva página en blanco y de pintarrajearme con pigmentos usados que yo propiamente he tomado. me convertí en un ciclo de visitas y dejé de tener un lugar a donde volver.

no busco un lugar donde volver.

no quiero ponerme cadenas en los pies y en los ojos, a las muñecas me lo pienso. no quiero pertenecer de aquellos, de nadas y de esquinas transcurridas por todos; no quiero aprisionarme en una pradera remotamente explorada ni hacerme de souvenires de medias tardes en un pueblo al sur del país.

y-con todo eso, y-aún así

de repente me gustaría tener una persona a quién volver. a quién poseer. a quién deshacer y consumir.