De la A a la Z.
Oct 22, 2024
De donde fuera.
Ura Lita algunas veces hablaba por los codos, otras bebía por las orejas, reía, sí, por las axilas. Y de vez en cuando lloraba por las ingles.
Ura no era de por aquí, eso lo tuvimos claro desde el primer momento en que apareció por el antro que por aquel entonces nos hacía las veces de hogar: La Copa Nostra.
Entró allí, lo contó como disculpándose, solo porque frente a ella vio venir a dos monjas y un cura. Esa imagen, dijo asustada, me acompañará toda la vida.
Yo me asomé a la puerta, pero si eso había sucedido ya había pasado el momento.
Desde entonces la acogimos y la cuidamos.
Ura era delicada. No una princesa de cuento ni una muñeca de porcelana. Era sensible, demasiado para tanta mierda como hay por las aceras, por los parques, por las oficinas, la tele y las sedes de algunos partidos. O se la cuidaba o se rompería en pedazos.
Yo no fui su mejor amigo ni mucho menos su amor, ni siquiera pasajero. Solo uno más de aquella cuadrilla que se formó alrededor de ella. Pero yo sí la amé.
Cosas que pasan.
¿Quién era Ura?
Del pasado, decía, solo le interesaba lo justo para poder mantener cada conversación. No hay quien hable con nadie si no se atiene a alguna de sus recientes aunque pasadas frases.
Sus secretos eran su única posesión irrenunciable.
Vendía pañuelos que ella misma decoraba. Regalaba poesías. Repartía sonrisas. Y sabía distribuir sus ausencias.
Era donante de sangre y de silencios.
Hace ya tanto tiempo que no la veo... Por eso escribo esto. Papeles que pego en las farolas por toda la ciudad. Aunque temo que cuando nos dejó fue para irse muy lejos.
Ura no era de por aquí.
La echo de menos.
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