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De la A a la Z.

Dolbach

Oct 19, 2024

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La insoportable crueldad de la alopecia.

Remo Lacha siempre se libró por los pelos. Incluso literalmente. La costumbre de los viejos marinos de dejarse la melena para poder ser rescatados del agua si caían al mar, a él le libró de morir hasta en tres ocasiones. Fue en esa tercera cuando el patrón del barco le dijo que aquella vida no era para él, que mejor se buscara algo en tierra firme.

Así lo hizo, pero la mina no fue un cambio a mejor. El día de la explosión no estaba en las entrañas de la tierra porque llegó unos minutos tarde al cambio de turno (de camino había atropellado a un ciervo y no se mató de milagro). El montacargas desaparecía hacia las profundidades cuando él se presentó en la entrada a aquel infierno.

No se salvó nadie de los que bajaron.

Dejó también aquel oficio. Y de conducir.

Se tiró al monte, aunque no lejos de algo "civilizado". Para abastecerse, al menos, de tabaco y el resto de avío para fumar. Nunca pensó en dejarlo porque pensaba que su suerte también lo salvaría de eso. Cada vez que se liaba uno, se acordaba de Fendetestas.

En aquellas montañas le cayó encima un árbol, aunque solo las ramas de lo alto de la copa, finas y ligeras, y no salió muy mal parado. Se desprendió por un precipicio; abajo lo recibió el amplio y cómodo nido de un águila cuyo polluelo acababa de estrenar sus alas. Se intoxicó con unas setas y perdió grasas e hidratos. Fue atacado por un jabalí que huía herido de unos cazadores que dispararon a la fiera sin percatarse de que él estaba debajo. Las postas dieron cerca de su cabeza, pero espantaron a aquel cerdo enorme y enfadado. También le picó algo.

Cuando se cansó de la montaña y de los peligros de la Madre Naturaleza, se sumergió en una gran ciudad. Puso un negocio de venta de pan y bollería.

Hacienda y las grandes superficies acabaron con él.

La verdad es que ya se había quedado calvo.

Dolbach

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