De la A a la Z.

Delicias.

Yon Qui viaja en solitario por entre las estrellas. Su nave, la Indefectible, es apropiada para no más de cuatro personas, pero salvo en las raras ocasiones en las que Yon atrapa o es atrapado nadie le hace compañía.

Ese vagar sin rumbo y sin dueño es un logro tras años de investigación y avances científicos y tecnológicos. No todo es mérito suyo, pero sí en gran parte.

La Indefectible es auto suficiente. Se mueve aprovechando, entre otras posibilidades, los vientos de las estrellas. Renueva el aire y lo mantiene suficiente y respirable. Lo mismo con cada micro gota de agua. Y garantiza el alimento mediante procesos bioquímicos, aunque las lentejas con chorizo no le salen demasiado bien.

Yon lleva así catorce años según la cronología terrestre, aunque está ya tan lejos del Planeta Madre que medir el tiempo de este modo es tan solo una costumbre.

A velocidades cercanas a la de la luz, ha podido llegar a las inmediaciones de Alfa Centauri y disfrutar lo magnífico de las tres estrellas, Rigil, Toleman y Próxima.

Luego se dirigió a la Estrella de Barnard, que resultó que no tiene planetas que lo orbiten, tan solo escombro disperso y con poco interés. Aunque recogió una roca de veinte kilos de oro puro que usa para hacer pesas.

Wolf 359 fue su siguiente destino, una estella pequeña y joven.

Ahora va camino de Lalande 21185, y mientras avanza va completando el puzle de la pintura de el Bosco, "El jardín de las delicias" a tamaño real. Más de dos metros por casi cuatro hacen que sea complicado acceder a colocar las piezas centrales así que ha tenido que diseñar un sistema de pasarelas superiores. Lo que no sabe es donde lo va a poner cuando lo termine.

Quizás, se le ocurre en este preciso instante, mientras observa lo enorme de la soledad que le rodea, lo mejor sea ponerle un bonito y tríptico marco y dejarlo vagando por el espacio.

Tanto o más dice de la Tierra que los dos discos de oro de las sondas Voyager.