De la A a la Z.
Oct 1, 2024
Vino griego.
Aba Lorio era bella, tan bella como puede ser la belleza, tan bella como puede ser la tristeza.
Nunca supe su historia, tan solo que acudía cada tarde, como yo, a la taberna de la montaña, a tomar su vino de Limnos, a saborear el ponerse del sol.
El lugar era como de ensueño, por eso íbamos quienes íbamos. Por eso nunca ninguno nos conocimos.
Estar allí era suficiente. No hacía falta hacer amigos.
Fuente Kassotis era el nombre de aquello. Manantial sagrado atendido por Pitia, la pitonisa sin augurios.
Aba, aparecía, bebía y contemplaba, y yo nunca supe con determinación si mirarla a ella o al suceso colorido del horizonte.
-Aquí solo puedes enamorarte de lo efímero.
Me dijo un día Pitia que sabía ver sin mirar.
La oscuridad era la hora del adiós. Pagábamos nuestras cuentas y los caminos de vuelta recibían nuestros pasos.
No sé si aquello me hacía más mal que bien. Solo sé que lo necesitaba. No podía no verla a ella contemplando el ocaso.
Y así, cada tarde, amé lo que perdía.
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