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De la A a la Z.

Dolbach

Oct 12, 2024

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Los huevos no vuelan.

Leo Pardo era obvio. Tan obvio como el día cuándo es de día, como el hambre del pobre, como la hipocresía de la Iglesia, como la sandez del tonto cuando se explica.

Leo caminaba despacio cuando no tenía prisa. Si bebía era porque tenía sed. Si hablaba, porque tenía algo que decir.

Se hacía la raya enmedio para no decantarse. Comía hasta hartarse.

Trabajaba de barrendero porque le resultaba fácil ver dónde hacía falta su labor. Dormía de noche y el amanecer lo disfrutaba al salir el sol.

Leo Pardo, de los Pardo de Galicia descendientes de aquel Aznar Pardo que en el siglo XIII se afincó en Aragón como mayordomo mayor del rey don Pedro. De piel un tanto marrón cenizosa, como todos sus ancestros, y pelo castaño y lacio.

Pues nada, que el hombre no era infeliz ni feliz aunque a veces, tras un rato ufano, se sentía desgraciado. "Pero es que si me suicido, lo mismo me mato" decía como disculpando su aguantar estoico ante alguna desventura.

"Como todo pasa valdrá con esperar un rato".

En los días de su vida, veintitrés mil seiscientos trece para ser exactos no rompió nunca un plato, pero sí algunas tazas y vasos, varias escobas y cepillos, dos ceniceros y un orinal de cerámica, una linterna, un espejo, diez bombillas y más de cincuenta huevos (al querer coger una docena se le cayeron encima otras cinco apiladas en la estantería del supermercado).

Es lo que tiene ser obviamente bajo.

Dolbach

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