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    De ella no se habla

    Feb 20, 2025

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    De ella no se habla
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    De ella no se habla. Su nombre se susurra, se evita, se oculta tras el velo de la cotidianidad. Ella es ese secreto que todos conocemos pero nadie quiere pronunciar. Es el silencio incómodo en la mesa de domingo, el escalofrío que recorre la piel al caer la noche. ¿Por qué nombrar aquello que nos recuerda lo efímero de nuestra existencia?

    La vida se nos desliza entre los dedos como arena. Nos aferramos a los días con la desesperación de quien teme perderse en la vastedad de lo desconocido. Vivimos buscando un sentido, una promesa de eternidad que nos asegure que lo nuestro, lo amado, lo vivido, no se desvanecerá en el olvido. Pero ella, esa vieja conocida, espera paciente en la penumbra, sin prisa y sin alarde, recordándonos que somos apenas un suspiro en la historia del universo.

    De ella no se habla, porque hablar de ella es reconocer nuestra fragilidad, nuestra absoluta falta de control sobre lo inevitable. Nos aterra su presencia constante y su mudez inquietante. Nos asusta la posibilidad de que, al mencionarla, la invoquemos, como si fuera una sombra dispuesta a ocupar el espacio vacío de nuestra voz.

    Y, sin embargo, es ella quien nos enseña la urgencia de vivir, la belleza en lo simple, la grandeza de un abrazo sincero, el valor de una sonrisa robada al tiempo. Ella, en su silencio, nos invita a honrar la vida, no con palabras vacías, sino con actos plenos de significado.

    De ella no se habla, pero ella está presente en cada despedida, en cada adiós que se atora en la garganta. Es el peso en el pecho ante la pérdida y la lágrima que escapa cuando creemos estar a salvo de la memoria. Hablar de ella es hablar de la vida, de la esperanza, del amor que perdura más allá de lo tangible. Es aceptar que somos eternos mientras alguien nos recuerde, mientras haya una historia que contar, un nombre que pronunciar con cariño.

    De ella no se habla, pero quizás deberíamos. No para temerle, sino para reconciliarnos con ella, para entender que es parte de este maravilloso caos que llamamos existencia. Para vivir sin miedo, para amar con más fuerza, para despedirnos sin rencor. Porque, al final, es ella quien nos regala la conciencia de que cada instante es único, precioso e irrepetible.

    Y quizás, entonces, podamos hablar de ella como quien habla de un viejo amigo. Con respeto, con nostalgia, pero también con gratitud.

    Belén Lenzi

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