Él era como una brisa,
suave y ligera,
de esas que no corren carreras.
(Al menos, la mayoría del tiempo).
Era como un copo de nieve
que cae lentamente sobre el pavimento.
Una flor que se abre con el sol.
Pero esas suaves brisas
se convierten en ventarrones
que vuelan y destrozan corazones.
El copo de nieve,
al final cae
y se vuelve uno más en el montón.
Y la pequeña flor
se marchita y pierde su color.
Jamás debí dejarme llevar por la brisa,
no sabía hasta dónde llegaría
por escuchar el suave sonido de su risa
un viernes cualquiera
luego de un mal día.
Él era una brisa,
pero también era un pozo oscuro
que me llamaba
cada vez que sentía mi ser debilitado.
Él era mío solo cuando su flor estaba marchita
y se iba cuando volvía a brillar.
Si regresa algún día,
me aseguraré
de que esta vez mi corazón
no caiga en la tempestad.
Porque si él
es una brisa que se convierte en un huracán,
entonces yo soy
las hojas secas en otoño
que se lleva el viento.
@pwtricor
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