Fui luz pura, alma sin heridas,
un santo ingenuo, sin sombras ni prisas.
Caminaba ciego, sin saber del fuego,
un alma virgen, sin daño ni ruego.
Ella llegó, tormenta disfrazada,
con labios de miel y mirada quebrada.
Profanó mi calma, rompió mi esencia,
y me arrastró al arte oscuro de su presencia.
De blanco a negro, aprendí a mentir,
a amar con cadenas, a hacerte sufrir.
Domino el juego, soy dueño del daño,
experto en veneno, en dulce engaño.
En su piel encontré mi peor vicio:
el amor tóxico, el cruel artificio.
Manipulo el alma que me hace esclavo,
soy su tormenta, su infierno, su bravo.
Y aunque la destruya en cada latido,
sin ella muero, sin ella he huido.
De santo a sombra, de luz a pecado,
soy su oscuro amor, para siempre marcado.
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