De agujeros negros
Nov 5, 2025
Ya el hecho de abrir una nota del celular y ponerme a escribir me conecta con algo que deseo. Que deseo que vuelva para saberme exactamente la misma persona que era cuando mis palabras no me preocupaban. O no les temía. Me han dicho -más de una vez- que hablar de la tristeza, la profundiza. Y un poco de razón tienen, hay algo de la escritura que me devuelve el agujero negro escondido en mi pecho. Por momentos tengo miedo de caer en él y todavía no entiendo a la ciencia o ni siquiera sé si la ciencia entiende qué sucede cuando se cae a un agujero negro. Supongo que la nada. El vacío. Mi pecho. Algo parecido.
De todas formas, no creo que sea culpa de las palabras. Ellas solo esbozan una realidad palpable, camuflada en chistes irónicos y una injusta condición que me agobia. Muchas veces dude de sí se trataba de depresión. A veces pareciera que sí, otras tal vez una ciclotimia, cambios de ánimo repentinos, probablemente, ansiedad. Otras solo una sensibilidad extrema en un mundo que duele demasiado. Hoy no es nada de todo eso, por eso escribo. Porque creo que ya no existe. Al menos, por momentos.
Va, para ser honesta, en el último viaje en tren volvieron: pensamientos de agotamiento que terminan en ideas sobre la posibilidad de no existir. ¿Por qué reaparecen y se van? Ese es mi problema, son fugaces. Aunque todo esto suene demasiado oscuro, siento que el hecho de que desaparezcan se debe a varias, muchas, sesiones de terapia y un esfuerzo por salir del agujero al que yo misma decidí saltar.
Un pibe salto de un séptimo piso después de desaprobar un examen. Ya todo eso me parece profundamente desolador. Siete pisos.
¿Cuál será la profundidad del agujero negro? ¿Se desaparecerá al instante o habrá momentos para vislumbrar la caída? ¿Qué pasa cuando se decide saltar? ¿Alguien te habla? ¿Dios está ahí? Yo lo siento en todos lados, pero ¿está? Supongo que es cuestión de fe. No me malinterpreten, no reniego de la fe. Solo que la fe también requiere de fortaleza y a veces eso ya es un requisito demasiado exigente.
Podría volver a escribir, pero recuerdo esto de que hablar de la tristeza la profundiza y capaz un poco de razón tienen. Tomaría una cerveza, pero creo que la gente que le hecha la culpa del dolor a la escritura es porque todavía no conoció el alcohol.
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