Las despedidas siempre duelen, para bien, para crecer y soltar. O para apuñalar, para estallar, para abandonar.
Llegaste a casa siendo casi un esqueleto, llena de pulgas y marcas que no podiamos ver. Te abrigamos, te arropamos y te alimentamos hasta que tuviste la forma que todos ustedes tienen que tener.
Siempre fuiste especial, la mirada en la luna, el oido atento a los susurros del viento, siguiendo a los fantasmas que siempre estan pero preferimos ignorar. Nos acostumbramos a tu andar ligerito, casi imperceptible entre los muebles de la casa, a tus sonidos agudos pero siempre presentes, a tus siestas prolongadas, con la panza al aire y las patas colgando.
Nos acostumbramos a verte pasar, a escucharte caminar con las uñas chocando el piso de material. Te vimos dormir en vertical y en horizontal, con el rocio haciendote mimos en plena noche y con el sol abrazando tu nariz de esquimal.
Te vimos renacer y hoy te vimos partir, con el cuerpo lleno de marcas que si podiamos ver, con la mirada perdida en la eternidad, la panza anudada y sin brillar. Te vimos tratar de escapar de los demonios que te venian a atormentar, que te querian llevar.
Algunos dicen que las despedidas nos hacen crecer, pero ¿Que despedida puede hacerme crecer, despues de verte perecer?
En memoria de Daria, y de todos aquellos gatitos que fueron arrastrados por esa maldita enfermedad.
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Lucia
Siempre quise tener el mundo en una mano pero me gano la fiaca. Pasen, lean, comenten, lloren y disfruten.
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