...
No es que no me interese.
Aunque me regalaran un billete en una de esas naves de turismo espacial, para ver el planeta desde muy lejos, desde fuera de la protectora atmósfera, no aceptaría el viaje.
Quizás influya el miedo a un accidente, pero no es por eso, es por lo innecesario del hecho.
Lo que implica eso es demasiado lesivo para demasiadas cosas, al menos de momento, y no lo veo ético para con la Naturaleza.
Entiendo y aplaudo la investigación espacial, los viajes de astronautas con fines científicos, el empeño en ir a Marte. Creo que no le queda otra a la humanidad que intentar salir del planeta Tierra si pretende su supervivencia, aunque, en ese sentido, hablemos de un largo plazo.
Nuestro hogar es finito, como todo y todos, y si por casualidad no nos autodestruimos o no nos acaba un virus, un super volcán, nuestro propio armamento, un meteorito..., un día necesitaremos, como especie, emigrar de este bonito lugar. Sin investigación, será imposible el viaje.
Quizás el turismo espacial también contribuya de algún modo a implementar tecnología para la definitiva escapada, pero yo no seré uno de los que vean la bola azul desde sus afueras. Me vale con las imágenes de documentales que entretienen estancias en mi sofá.
Pienso, eso sí, en lo extraño de que todavía no funcione mucho más, mucho mejor, muy al alcance de una inmensa mayoría, eso de la realidad virtual. Poder recorrer el mundo, ver espectáculos, viajar en el tiempo y en el espacio desde la propia comodidad de casa, me parece una idea interesante.
Quizás también contamine en exceso, claro, y ahí ya empezamos a tocar los c... conflictos de siempre: el precio del progreso, el costo de nuestros anhelos. Tal vez todo intento de escapar, sea al espacio o a una simulación, conlleve su propio peaje. Y mientras tanto...
Pisamos hormigas.
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