Y allí estaba ella, luchando por su gran amor.
¿Quién era yo para juzgar sus anhelos y esfuerzos?
Buscaba formar una familia con el hombre que eligió.
¿Cuál era mi papel? Ninguno, solo un amigo entre tantos.
Aunque en mi corazón albergaba deseos profundos,creyendo que ella era mi complemento perfecto, me di cuenta de que no estaba destinado a ser así, gemelos espirituales, orbitando sin tocarse, era nuestro trayecto.
Ambos girando en una danza cósmica sin fin,observándonos, sin nunca poder conectarnos, acepté que nuestras almas no se fundirían, solo nos veíamos orbitando, sin lograr encontrarnos.
No era mi lugar interferir en su camino,
sabía que ella merecía ser feliz junto a otro,
así que dejé de lado mis sueños clandestinos, y acepté el destino sin remordimiento alguno.
solo orbitaremos, sin que nadie lo intuya.
destinados a no tocarnos
encuentro consuelo en la amistad y la complicidad, aunque deseos más profundos en mi pecho se deshacen, acepto el destino, sin necesidad de falsa felicidad.
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