Este año me tocó un cumpleaños irregular. No solo la CGT decidió que iba a hacer un Paro General para honrar mi nacimiento (la pérdida de poder adquisitivo de la clase media nada tiene que ver), sino que fue la primera vez en unos cuantos años que tuve ganas genuinas de hacer algo para festejarlo.
No hubo muchas vueltas, el miércoles encontré un bar con birra buena y más o menos barata, invité a mis amistades de la facu más cercanas (en total éramos 10), y listo.
Se hicieron las 12 y obvio me llamó mamá, que por el Paro (y otros temas de coordinación) no íbamos a poder vernos, y la escuché lagrimear un poco porque "es la primera vez que no te voy a ver en tu cumple" (no es la primera vez, pero preferí no decirlo y disfrutar un poco el mimo de su emoción). Al rato recibí algún que otro saludo más, y a dormir.
Ya de día, fue un día más hasta las 18hs: mates, entré a la clase virtual de la materia en que soy ayudante, y donde reafirmo todas las semanas que amo mi carrera, recorte de barba, corte de pelo (nunca me cortaron tan rápido, que al principio me preocupó pero después terminé apreciando) y ducha. Ahí encaré para el bar, en el que en todo momento sentí que era una juntada de amigxs y no un cumple (quizás lo que no me gustaba de mis cumples era la centralidad en mi, aunque nunca me senté a pensarlo mucho). Es que el cariño que recibí es el que nos damos todas las semanas.
Después de esto vienen los recuerdos borrosos y el garrón de llegar a casa y acordarme que había mandado a lavar las sábanas asique tenía que hacer la cama.
Y dormir sin alarma. Que placer dormir sin alarma.
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