mobile isologo
    buscar...

    CULTURA DIVERSA

    Aug 25, 2024

    0
    CULTURA DIVERSA
    Empieza a escribir gratis en quaderno


    "Sí, dentro de mí hay violencia, pero no es negativa. Cuando un tigre despedaza a su domador, se dice que ese tigre es violento y se le mete una bala en la cabeza. Mi violencia es la violencia del ser libre, que se niega a someterse. La creación es violenta. La vida es violenta. Nacer es un proceso violento. Una tormenta, un terremoto son movimientos violentos de la naturaleza. Mi violencia es la violencia de la vida. ¡No es una violencia antinatural, como la violencia del Estado que envía a vuestros hijos al matadero, embrutece vuestras mentes y exorciza vuestras almas!".

    Klaus Kinski




    El sol podría haberse demorado esa mañana de marzo. Los chimangos gritaban sobre los tabaquillos como anunciando un calor infernal a las 7 de la mañana. un volcán domina el horizonte, las piedras aún calientes del día anterior, la arena blanca metalizada y el constante arrullo del agua golpeando con fuerza, eran un paisaje prehistórico, a tal punto que, si un pequeño grupo de comechingones pasasen atravesando el paisaje con sus animales, sus flechas y sus lanzas, no me hubiera extrañado en lo más mínimo. Este era un lugar sagrado. Me hallaba en una cueva peñascosa junto a las orillas del río Quilpo, un río que, como el río Nilo, corre su curso al contrario de los demás.

    En el valle de traslasierras en la provincia de Córdoba, vivo con lo que me da la tierra y mis músculos. La inteligencia es solo una herramienta más que no tiene más valor que mis piernas traccionando para llevarme de aquí para allá entre sierras y bosques. Las grandes atracciones de las metrópolis no fueron lo suficientemente convincentes para convencerme de que el paisaje serrano, las sequías, las crecidas, los incendios infernales, la vida silvestre y el monte salvaje, tienen mucho más entretenimiento que un show de alguna nueva marica de la farándula interpretando a los 300 espartanos producida por algún resentido hombre de negocios.

    Me había estado quejando durante un tiempo de un dolor en el estómago. No entendía por qué surgía y desaparecía en un periodo casi regular de tiempo. A menudo las personas empiezan a especular sobre todo tipo de cosas cuando tienen un dolor. Hoy es habitual que consulten a Google si puede profetizar mediante algoritmos si el dolor que sienten es mortal. La dependencia del hombre moderno es ya total. Por mi parte esas ideas de muerte han cobrado una vida en mí mismo. He convertido esos pensamientos que acarrean el dolor físico en un estímulo para la vida.

    Esa mañana me levanté sin dolor alguno. Tomé aire, estiré los músculos con una rutina que me he preparado. Decidí que ese día seria glorioso para mí. Tracé sobre una ladera de la cueva unos dibujos que solo tienen sentido para mí y para mis dioses; dioses domésticos. 

    Yo me debo a ellos con banquetes y ofrendas para apaciguarlos y ellos me dan protección. 

    Nada más simple que mi creencia. Nada más fuerte que mi culto. Su protección y mi destino están unidos. Nada hay que yo haga que no sea lo que los dioses quieren.

    Camine unos trescientos metros en subida entre rocas y arbustos para llegar a la calle de ripio que me llevaría de nuevo a las puertas de la civilidad. Civilidad, precarizada, pues era un pueblo de pocos habitantes al que me dirigiría, habitado por artesanos y pequeños agricultores en su mayoría que viven de lo que la tierra les da. Tenía conmigo la seguridad de un soldado que sabe que su misión es matar al líder corrupto exponiendo su vida para ello. No había dudas: Yo debía matar y sacrificar mi vida al mismo tiempo.

    Entre a al pueblo y me dirigí a la plaza principal que por ser marzo y día de semana no tenía más que jubilados tomando el aire fresco y jóvenes que pasados de droga deambulaban aun temprano con su cuerpo sucio y apestoso. 

    Esperé sentado frente a la puerta de la iglesia. Este espantajo que nada tiene de hermoso, empezando por ese raquítico dios que cuelga lacerado en la cruz, fue creada en 1691 y reformada en 1734 por los jesuitas. Construida a modo colonial, lo más lindo que tiene son sus terminaciones en piedra y adobe. Esos materiales, extraídos del propio valle, son los únicos a los que los lugareños deberían rendir culto; el resto da igual si es Marx el que está colgado. 

    Eran las ocho cincuenta y cinco de la mañana, la luz del sol empezaba a amedrentar cada rincón de sombra que aún conservaba el frescor de la noche. Doblando la esquina por la calle Libertad lo ví aparecer. Era él, sentado en el asiento del acompañante con un traje de etiqueta gris, un reloj bañado en oro en su muñeca izquierda que contrastaba con el fino y exagerado celular que llevaba en su mano. Era el director de cultura. Alfonso Díaz Ordoñez. Había sido un destacado prestamista amigo de los Bunge y Born, los Mitre y esa secta de rufianes oligarcas. Por intermedio de un pariente en el gobierno había llegado a ocupar ese cargo y en los diarios salían constantemente noticias que lo ligaban a los productores de eventos multitudinarios de entretenimiento.

    "Queremos una cultura igualitaria que priorice la diversidad" decían sus slogans publicitarios. Diversidad para estos personajes es sinónimo de igualdad. Chorrean democracia, chorrean idealismo, chorrean violencia. Bien. Pues yo estaba decidido a desestimarlo. Lo diverso para mi mundo es aquello que me separa irreconciliablemente de lo otro. Y por primera vez mis dioses iban a tener la oportunidad de arrebatarle a un" "sacerdote de la plebe" su idea de morales gastadas.

    Le tenía preparado un trago amargo para su manía de igualdad y fraternidad. Me paré frente al vehículo cuando este atravesaba la puerta de la iglesia. Vaya coincidencia, las campanas comenzaron a sonar. Como si supiera el Dios cristiano que un seguidor de la igualdad caería en manos de la furia de la naturaleza. Esas campanas lloraban desde su bronce desgastado, empujando el aire de su cavidad como si jadearan perros desbocados por la presencia de un extraño. Me acerque por el lado del conductor como queriendo consultar algo. Cuando este bajo la ventanilla acerté un piedrazo en la cabeza dejándolo inconsciente y lo arrojé del coche. Rápidamente subí al auto y puse el filo de una navaja en el cuello del funcionario público. 


    - Si se le ocurre gritar acá mismo le arranco la garganta y me la como delante suyo. 

    No pudo responder del miedo. -

    Mis movimientos habían sido tan rápidos que aún las campanas sonaban cuando tome las sinuosas rutas de tierra y cuarzo que salían del pueblo. Nadie escucho nada, el chofer quedó inconsciente. Pronto se enterarían de la noticia y no tardarían en buscar al funcionario y su raptor. 

    Tengo que actuar rápido. Ya han pasado 4 días. arrojé el auto a un precipicio, seguramente ya lo habrán encontrado, y no tardarán mucho en encontrarnos a nosotros. Debo realizar el acto religioso en el día fijado. Ojalá los dioses me den tiempo.

    Diaz Ordoñez parece exhausto, se queja como un niño. Se niega a caminar. Tuve que golpearlo en varias oportunidades, y amenacé con cortarle la lengua si seguía hablando.

    Falta poco. Ya casi llegamos al lugar.

    Entramos al valle rodeando el lado norte evitando así que los lugareños, ya enterados de las noticias nos vieran y por el miedo o simplemente por una especie de voluntad de farándula, denunciaran mi ubicación y no pueda llevar a cabo el acto de gracia.

    Son las seis de la tarde. El fuego está encendido. Estamos en la cumbre más alta de un peñasco llamado Colchiquí o Cerro de la Tristeza por los antiguos habitantes del valle. El sol quebraba ya el horizonte y el fondo de sierras aumentaba el contraste entre el azul del cielo y el rojo sangre que emanaban las formaciones milenarias de roca. Quebrachos adornaban la tarde enaltecidos por el vuelo de caranchos y águilas coronadas, los zorzales y las garzas. Desde esta altura podían verse las luces de las sirenas de la policía haciendo las requisas en búsqueda de alguna señal del secuestrado. 

    - Estas acá para igualarte Ordoñez. Entraras en la cultura y te igualaras a los antepasados que habitaron estos lugares. ¡Esto es cultura Ordoñez! La diversidad te trajo hasta acá. Esta cultura quiere dar un paso hacia adelante e igualarte en la tragedia. Serás ahora un mártir más de este valle. 

    Tu mundo, ahora es nuestro. Mis dioses te mostraran hacia donde conducen las sendas de la igualdad democrática. Veras como se imponen a los tuyos. ¡No habrá justicia ni perdón! Contempla por última vez la luz del sol, el dios que arderá por siempre y será alabado por aquellos caminantes de un periodo de grandes héroes, gigantes, que aplastarán la miseria del igualitarismo cultural y devolverán la gracia de la conquista de la realidad por la fuerza y no por el resentimiento. No habrá más palabras que justifiquen tu cobardía.  

    Vez allí abajo, ahí yacieron los antiguos comechingones que se arrojaron ante el igualitarismo cristiano. Pues ahí nos iremos nosotros, vos con tu igualitarismo democrático y yo con mi pasión desbocada por un dios extasiado.

    Este es el fin. es la hora. Corto el cuello de Ordoñez, y lo arrojo al vacío. Es mi turno de saltar. Ya he creado un mundo diverso.


    artista sin merito

    Comentarios

    No hay comentarios todavía, sé el primero!

    Debes iniciar sesión para comentar

    Iniciar sesión