culpa
Nov 24, 2025
Hoy desperté pensando en algo y hace tiempo no escribo en esta plataforma así que aquí va mi pequeño desahogo.
Durante el tiempo que estuve en terapia —fui cerca de dos años, tal vez un año y medio— gran parte de las sesiones giró en torno a la relación con mi madre. Doloroso, pero cierto. En algún momento comprendí que la raíz de muchos de mis problemas era, justamente, la persona que me dio la vida.
Hoy siento haber hecho las paces con eso, pero a veces vuelven días en los que el recuerdo pesa un poquito. Trabajamos la culpa, una emoción que se arraigó muy profundo en mí desde que era pequeña. No recuerdo exactamente cuándo empezó, o quizás sí y simplemente no quiero hablar de eso.
Lo que sí puedo decir es que la culpa no siempre se expresa en pensamientos claros. A veces es solo una sensación incómoda, una inseguridad aparentemente sin razón, pero que esconde culpa por dentro.
Cuando era niña tuve muchos problemas de conducta, tanto en el colegio como en la casa. Era impulsiva, disruptiva, violenta incluso. Y cuando me convertí en mamá, la vida —y las personas— empezaron a recordarme quién había sido.
Peleaba con todos. Trataba mal a muchas personas que me querían. Me gritaron muchas veces en la cara que era mala.
“MALA. ERES MALA. WEONA, ERES MALA.”
Esas frases marcaron mi infancia sin que yo me diera cuenta. Después, siendo madre, también escuché: “¿Qué te pasó? ¿Se te fue la maldad con la placenta?”
Me nombraron pesada, insoportable y tantas otras cosas que terminaron implantándose en mí. Mi autoconcepto se llenó de etiquetas negativas que llevé durante años.
En terapia no recuerdo haber trabajado específicamente ese episodio, pero hoy estudio psicología —ya casi terminando— y siempre he sido demasiado reflexiva e introspectiva.
Mi psicóloga una vez me dijo que esa conducta disruptiva solo era la reacción natural de una niña/adolescente herida, maltratada, incomprendida. Propio también de la adolescencia: cuestionarlo todo, incluso a uno mismo.
Ella me dijo que aquello que se veía como odio hacia el mundo no era odio, era dolor.
No era enojo, era tristeza disfrazada de ira.
Era simplemente el resultado de una niña que lo tenía todo, pero que al mismo tiempo no tenía nada. Y así crecí creyendo —y contando a quienes conocían mi nueva versión— que yo había sido una mala persona en el pasado.
Hoy comprendo, aunque todavía duela, que nunca fui mala. Solo era una niña triste que no sabía regular lo que sentía.
A mis 25 años aún me cuesta manejar ciertas situaciones. Nadie me enseñó otra forma de actuar que no fuera la violencia. Pero aprendí. He aprendido. Sigo aprendiendo.
Y, sobre todo, he comenzado a quitarme esa culpa de encima.
No soy mala.
Nunca lo fui.
Solo era una niña tratando de sobrevivir a lo que sentía. Y hoy soy una mujer que aprende de sus errores y sigue creciendo.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión