Después de caminar tanto tiempo con los pies descalzos, con el alma rozando cada superficie en donde me apoyé, me encontré dandome cuenta que no aprendí nada, que la sabiduria que el universo quería impregnarme me quedó grande, que jamás estuve a la altura.
Y ahora, con un cuerpo que debía habitar por el mero hecho de que ya me lo habian dado, ¿qué hacía con la costumbre al ardor? un cuerpo acostumbrado al ardor de cada fragmento del mismo pero aún asi aferrado a él.
Porque ese era mi vocabulario, el olvido eran palabras prohibidas en mi biblia y siendo eso todo lo que tenía: un cuerpo acostumbrado a la guerra, enemigo de la paz. Un cuerpo sin la habilidad de eliminar las costras de heridas pasadas.
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