Cuarto en blanco

Hay días en los que el ruido del mundo me sofocan. Las pantallas no se apagan, las noticias negativas abruman, y hasta el aire parece pesado.

Fue en uno de esos días cuando descubrí mi refugio: un pequeño cuarto blanco en casa, sencillo y casi olvidado.

Al principio, lo usaba como un escape para calmar mi mente, sentándome en el suelo y escuchando el silencio, un lujo en nuestra rutina abrumadora. Con el tiempo, ese espacio se transformó en algo más: no solo un refugio del ruido, sino un lugar para reiniciar mi mente.

En éste, encontré un alivio necesario, cuando las emociones pesaron más de lo que podía soportar. Reí recordando pequeños momentos que la vida me había regalado y que el caos me hacía olvidar. Incluso bailé cuando quise sentirme vivo, aunque nadie estuviera mirando.

Dentro de él, aprendí a reconstruir mis pensamientos, a dejar ir lo malo y a rescatar lo bueno. Creo que todos necesitamos un lugar así. Puede ser cualquier espacio libre de bullicio y tranquilo que decidas. Lo importante es que sea tuyo, solo tuyo.

Vivimos en un mundo acelerado que nos exige mucho: la tecnología está siempre activa, las redes sociales definen nuestras identidades y las calles, a menudo, reflejan descontento.

Pero en medio de todo eso, aún hay sonrisas, gestos amables y belleza escondida en las cosas simples. Solo necesitamos un espacio para detenernos, respirar y escuchar nuestros buenos pensamientos.

Por eso, creo firmemente que encontrar ese refugio no es un lujo, es una necesidad. Es en ese lugar donde podemos pensar con claridad, recuperar la calma y salir al mundo otra vez, con la mente renovada y el corazón reconstruido.

Espero que encuentren un espacio para ser, reflexionar y cultivar los mejores pensamientos.

"Todos merecemos un lugar al que volver cuando nos sentimos saturados y necesitamos reconectarnos con nosotros mismos."

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