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Cuarenta Caballos

Sep 3, 2025

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Cuarenta Caballos
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Cuarenta caballos

en la esquina de ayer

bordean la tarde.

No saben de azules tardanzas

ni cielos quemados,

ni puentes,

ni verdes,

ni iridisadas ochavas.

Solo esperan

que pases

camino a la casa.

Saben,

en silencio lo saben,

que existe una llave,

la llave

que abre

la puerta de Roma,

de la alcoba

y de la casa.

Ellos conocen el anciano cuento

del viejo Rafael,

el de la calle, el de la alcoba,

el de la puerta que no te atreves,

el de la dama que no conoces,

el de la Roma de las calles.

Pero ahora la alcoba

y la casa

no esconden mujeres:

esconden cabezas sangrientas,

de la muerte en serio,

de la muerte lenta.

Toma la llave

y violenta la casa.

Toma la llave

y, sin mirar,

violenta la alcoba.

Inserta la llave

y busca en la cama,

debajo de la almohada,

debajo de la manta.

(La llave que te prohibieron usar:

¡hela aquí!).

Si la dejas, mueres;

si la pierdes, te olvidan.

Abrirás la puerta.

Si la usas, mueres;

si la dejas, faltas;

si te la quedas, sobras;

si te vas, te olvidan.

¿Qué harás con la llave?

De una vez,

¡toma la llave, ya!

Entra a la casa,

toma la llave,

o nunca sabrás

que en la alcoba

y en la cama,

debajo de la almohada,

debajo de la manta,

en el cuarto ensangrentado

(llévame con tus manos

a ver la sangre),

en la alcoba prohibida,

debajo de la almohada,

debajo de la manta,

está tu cabeza

y tus propias ideas,

ensangrentadas

en las cabezas que cuelgan.

En el cuarto prohibido

están tus más feroces secretos,

esos que no te atreves

a mirar

cara

a

cara.

Enrique De Michele

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