Cuarenta caballos
en la esquina de ayer
bordean la tarde.
No saben de azules tardanzas
ni cielos quemados,
ni puentes,
ni verdes,
ni iridisadas ochavas.
Solo esperan
que pases
camino a la casa.
Saben,
en silencio lo saben,
que existe una llave,
la llave
que abre
la puerta de Roma,
de la alcoba
y de la casa.
Ellos conocen el anciano cuento
del viejo Rafael,
el de la calle, el de la alcoba,
el de la puerta que no te atreves,
el de la dama que no conoces,
el de la Roma de las calles.
Pero ahora la alcoba
y la casa
no esconden mujeres:
esconden cabezas sangrientas,
de la muerte en serio,
de la muerte lenta.
Toma la llave
y violenta la casa.
Toma la llave
y, sin mirar,
violenta la alcoba.
Inserta la llave
y busca en la cama,
debajo de la almohada,
debajo de la manta.
(La llave que te prohibieron usar:
¡hela aquí!).
Si la dejas, mueres;
si la pierdes, te olvidan.
Abrirás la puerta.
Si la usas, mueres;
si la dejas, faltas;
si te la quedas, sobras;
si te vas, te olvidan.
¿Qué harás con la llave?
De una vez,
¡toma la llave, ya!
Entra a la casa,
toma la llave,
o nunca sabrás
que en la alcoba
y en la cama,
debajo de la almohada,
debajo de la manta,
en el cuarto ensangrentado
(llévame con tus manos
a ver la sangre),
en la alcoba prohibida,
debajo de la almohada,
debajo de la manta,
está tu cabeza
y tus propias ideas,
ensangrentadas
en las cabezas que cuelgan.
En el cuarto prohibido
están tus más feroces secretos,
esos que no te atreves
a mirar
cara
a
cara.

Enrique De Michele
Buscando compartir algo de lo que he escrito durante mas de 40 años. Poesía, cuentos, teatro, novelas de autoría personal y otros inventos literarios. Buscando cómplices.
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