¿cuánto vale tu amor?
¿cuántas versiones mías tienen que morir,
cuántos colores mi cabello ha de tener
para poder encontrarte?
encontrar tu abrazo.
si yo sé con una certeza imperturbable,
cuando tus ojos verdes se posan en mí,
que hay una distancia irreversible,
irremediable, inconmensurable,
entre nosotras
tu crueldad estalla en mi cuerpo,
tu falta de querer
(¿Qué es lo que hace falta que yo dé?)
porque yo sigo siendo
esa niña de ocho años
que espera
con la inocencia propia de esa tierna edad,
qué recuerdes su color favorito,
su fecha de cumpleaños
si me desangré
entre las paredes de mi habitación,
de esa que nunca fue mía,
de esa casa que nunca fue hogar,
si mi sangre aún habita
las paredes del mismo tono,
color que yo elegí,
para que no creas que desperdiciaba pintura.
si en esa misma casa, escuchaste mis gritos,
pero elegiste el silencio,
que se presentó
en forma de subir el volumen
a un parlante en el que se escuchaba música
de cuando eras adolescente.
y sé con certeza infinita,
que nunca terminó de importarte,
a dónde corro cuando convertís tu casa
en un lugar en que mi cuerpo,
en dónde mi alma,
no pueden vivir.
mis ojos no recuerdan
si alguna vez fue distinto,
si alguna vez volviste a mirarlos
con la misma ternura
que la de mi primer día de vida.
nunca fui buena en las matemáticas,
entonces no logro calcular, entender,
cuánto de todo esto es mentira,
y cuánto
una aterradora realidad,
cuánto de lo que me es propio te debo,
cuántas cicatrices llevan tu firma,
si acaso fue tu alma,
la que me enseñó a querer de ésta forma,
tan lastimosa, tan desesperada,
tan desgarradora
en lo que a mi cuerpo se refiere.
la que nunca me enseñó a pedir ayuda
cuando el techo se derrumbaba
sobre mi cabeza.
si en los días que siento
que soy merecedora de tu ternura,
algo sucede y decidís que no,
que lo que doy, que mis manos,
que mi cuerpo entero,
no me alcanzan para merecerla.
y otra vez no corto mi lengua,
(Que volveré a coser más tarde)
y no digo nada.
cierro los ojos y en mi mente repito
cuánto más cuánto más, cuánto más, cuánto más,
qué de mí, cuánto más necesitás de mí,
qué debería hacer, quién debería ser, qué debería dar,
cuánto, a cuánto de mí debo renunciar.
y entonces, repaso con paciencia infinita,
propia de una madre,
cada uno de mis pisadas,
que se marcan en nuestra historia
cómo si fueran nieve,
anhelando saber,
qué fué exactamente lo que hice para alejarte,
en qué momento de mi historia
cometí ese error,
el dolor, el ardor, el escozor,
conquistaron las tierras de mi pecho,
y no sé arrancarlo,
y tengo la certeza de que si pudiera hacerlo,
no me importaría que tanta sangre corriera,
el fantasma de tu incapacidad para quererme,
de tu falta de ternura,
me persigue a todos los sitios a los que voy,
me acosa en cada lugar
en el que he querido reinventarme
convierte todos los nombres, en tu nombre,
convierte a cada persona a la que quiera abrazar,
en vos.
es aquella herida
de la que arranco la costra
apenas intenta sanar,
si el único lenguaje que supiste enseñarme,
el único idioma en el que me hablabas,
fue el de la violencia,
ahora, es lo primero en lo que pienso
cuando alguien dice “te amo”
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