¿cuánto tiempo dura un recuerdo?

hay algo profundamente traumante en las relaciones que terminan demasiado pronto.

cuando alguien entra en tu vida como un huracán y desaparece antes de que puedas entender el desastre que dejaron, te quedas con un extraño peso en el corazón: los recuerdos.

y lo más jodido de todo es que, a veces, terminamos recordando a esas personas por mucho más tiempo del que realmente las conocimos.

los regalos que no podemos tirar.

las canciones que no podemos escuchar sin que nos tiemble el pecho.

los rincones de la ciudad que ahora llevan su nombre como si fueran suyos.

esos pequeños fragmentos de su presencia que, aunque intentemos ignorarlos, siguen colándose en nuestra vida diaria.

aún no ha llegado ese momento para mí, pero sé que lo hará.

el día en que el dolor de recordarte será más claro que el tiempo que realmente compartimos.

y mientras tanto, he estado intentando todo para que duela un poquito menos.

guardando las cosas que me diste en cajas.

evitando las películas que vimos juntos.

incluso aprendiendo a cambiar de ruta para no pasar por el restaurante donde solíamos ir.

¿es esto lo que llamamos “seguir adelante”?

porque, para ser honesta, no siempre se siente como un progreso.

más bien parece una partida de ajedrez donde estoy intentando moverme sin quedarme atrapada en tu sombra.

pero aquí está la lección que poco a poco empieza a asomar entre tanto caos:

los recuerdos no desaparecen.

no importa cuánto los intentes evitar o reprimir, siempre estarán ahí, en algún rincón de tu mente.

y tal vez el truco no está en luchar contra ellos, sino en aprender a darles un lugar donde puedan existir sin consumirnos.

quizás, un día, dejaré de pensar en él cada vez que vea una gata parecida a la que fue nuestra o escuche una frase que solía decir.

pero cuando ese día llegue, sé que no será porque lo olvidé, sino porque aprendí a vivir con su recuerdo.

al final, las personas que pasan por nuestra vida —aunque sea por un instante— nos marcan de maneras que nunca podremos borrar.

¿y sabes qué?

tal vez no necesitamos borrarlas.

tal vez la verdadera forma de sanar no sea olvidar, sino aceptar que algunos recuerdos durarán más que las personas que los inspiraron.

eso es lo que somos:

un collage de momentos, algunos felices, otros dolorosos, todos necesarios.

y cuando logramos hacer las paces con eso, es cuando realmente podemos seguir adelante.