Cuando todos se van,
turbios caballos de ginebra
galopan en la densidad de la noche,
una procesión de sombras que olvidan,
una estampida que el viento arrastra
cuando ya no queda nadie
y solo permanece un vaso,
un cristal mudo que guarda
la cicatriz de un beso.
Un hilo de luz
serpentea la ribera de la sombra,
una línea frágil que busca el borde,
la frontera de tu memoria y la mía.
Allí, donde tus ojos
trascienden siglos,
espejos de tiempo en los que, tal vez,
mi pena sea tu pena,
un eco perdido entre abismos.
Tuyo mi llanto,
mis palabras arrastradas por la corriente,
tuya mi fuerza,
mi piel que se quiebra en la espera,
y en la penumbra, mi ceguera,
un faro roto que busca,
te busca,
cuando todos se han ido.
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