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Cuando sea grande quiero ser amor.

Oct 30, 2025

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Cuando sea grande quiero ser amor.
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Abuela, cuando sea grande quiero ser amor. No la máscara de los hombres exitosos, no el disfraz que se compra con un sueldo estable ni los trajes de domingo que tanto te gustaban ver en la televisión. Amor, abuela, algo tan inútil para las vitrinas, tan frágil y tan peligroso, como un cuchillo que corta pero también refleja el rostro.

Lo voy a repetir hasta el cansancio, como un conjuro que me sostenga en las noches más huecas: quiero ser amor, aunque el mundo insista en enseñarme otras cosas, aunque el espejo se empeñe en recordarme la guerra inútil contra mi cuerpo, esa obsesión que devora juventud como un animal hambriento. Después de odiar mi forma, después de pelear con la carne, aprenderé, quizás tarde, pero aprenderé, que el amor no está en los centímetros, sino en la manera en que los brazos saben abrazar, en la manera en que mis manos serán capaces de sostener, en la manera en que mis piernas me llevarán a tocar la puerta de quien necesita compañía.

Esta misión mía tan desobediente no me comprará una casa de catálogo, abuela. No habrá papeles notariales, no habrá escrituras impecables. Pero construiré un hogar. Y ese hogar olerá a café recién molido y a pan tostado; se escuchará allí un mate que pasa de mano en mano como un corazón compartido. Habrá voces que no existen pero yo inventaré, tu susurro al despertarme, abuela, el tango desafinado de un abuelo que nunca supo cantarme.

No quiero ser médico, ni ingeniero, ni arquitecto de edificios que nunca voy a habitar. No quiero un auto cero kilómetro, ni medallas de plástico, ni fotografías posadas para engañar a los vecinos. No quiero ser lindo en vitrinas, ni flaco para el aplauso, ni deseado como mercancía. Quiero ser libre, abuela, y esa palabra me quema en la boca porque siempre incomodó en nuestra casa. Quiero ser soberano de mis deseos, nadar en aguas turbias y transparentes a la vez, construir espacios que acaricien en vez de juzgar, rincones donde la ternura no sea vergüenza.

Amor, abuela. Eso que nos fue negado como si fuera un pecado. Ese abrazo que no llegó en los inviernos, esa mirada que nunca me buscó entre la multitud de los tuyos. Y sin embargo, yo quiero seguir obstinándome, quiero insistir como si fuera posible sanar con lo mismo que me dolió.

Cuando sea grande quiero ser amor, aunque me quiebre, aunque me arranque la piel, aunque incomode a todos. Amor, aunque siempre te molestara. Amor, como revancha contra la frialdad heredada, amor como grieta en las paredes de la familia. Amor que no cabrá en los álbumes ni en los cumpleaños de salón, pero que latirá en los pasillos, en las manos que tiemblan, en las voces que ya no están.

Ser amor, abuela, aunque nunca lo recibí de ustedes. Ser amor como quien ofrece agua en un desierto donde sólo aprendí a tener sed.

Y entonces, abuela, cuando lo logre, aunque me quede solo, aunque me llamen loco o fracasado, yo me sabré rico. Rico no de billetes ni herencias, sino de ese exceso inútil que no cotiza en la bolsa. Rico de amor. Rico de aquello que nunca me diste. Rico, precisamente, de lo que más me faltó.

Nicolás

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