Cuando era niña, en la escuela se anunciaba el principio y el final de cada clase y del recreo por medio de una campana previamente programada. Siempre me disgustó lo estruendosa que era y al escribir esto, todavía viene a mí la onomatopeya en eco y me hace torcer la boca en señal de disgusto. Sin embargo, ese estruendo me ha retumbado recientemente en el pecho, como un claro indicador de "algo", como de que este es el momento para otras cosas.
Cuando sonó en mi pecho, supe de inmediato que esa era la señal que estaba esperando; era mi cuerpo diciéndome "haz algo con esto".
A mí últimamente me aterran las decisiones, porque todas son una caja de Schrödinger, pero ese estrepitoso aviso me permitió "ver dentro de la caja", darme cuenta que sí, que aun y con miedo, inexperiencia y dudas, todo siempre sale bien al final.
Quiero hacerle caso a ese rugido, a ese mensaje contundente, que, por estridente, no me ha dejado lugar para dudar. No sé si tú lo has sentido alguna vez, pero yo, que no había prestado tanta atención, probablemente sea mi primera vez acudiendo a este "llamado" con cierto grado de convicción de que sí, algo dentro mío hace ruido y solo cesará si acudo a escucharlo.
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