Sólida aspereza del recóndito sepulcro
Una llamarada azul consume mi futuro
¿Es seguro lo que recita el intruso?
Que en el muro de los lamentos
se avista mi nombre inscrito en rojo oscuro
•
Un rojo espeso y burbujeante
Como la sangre que brota de mi mis manos suplicantes
En un intento por seguir luchando contra la corriente
Pero el resultado subyacente de mi esfuerzo es decadente
•
Quinientos años de tristezas reunidas
En la sala de juntas de mis heridas
Que discuten sin cesar y sin salida
A este desenfreno que causa mi huida
•
Y sigue corriendo la niña asustada
Y siguen sangrando mis manos enterradas
Mientras que el mundo retrocede
Y las masas se abalanzan al presente
•
Cuando las olas no se traguen inocentes
Y el sol se oculte por el este
En ese instante todo se revierte
Y la calma indiferente vuelve
•
Indiferente ante mis ojos
llenos de lágrimas y sueños rotos
Forzados a apuntar hacia el frente
cuando solo ven al pasado frecuente
•
Y así la calma vuelve
Cuando el rojo se tiña de verde
Cuando mis manos se pudran inertes
Cuando mi nombre solo grite muerte.
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