mobile isologo
buscar...

cuando era una niña ★

jjang

Aug 30, 2025

86
Empieza a escribir gratis en quaderno

a veces pienso en mis hermanos más de lo que quisiera admitir, porque si analizo mi pasado, debo revisar mi infancia y entonces recuerdo que ellos estuvieron ahí. viri me lleva trece, marcos me lleva diez exactos, pero hubo un período de mi vida donde las edades no importaban y yo sabía todo de ellos, ellos sabían todo de mí. al recordar esa etapa la vida recupera un ritmo distinto, uno que no se parece a este presente deslucido. siempre que tengo que evocar un recuerdo feliz, traigo al presente sobremesas largas, con los platos aún sobre la mesa y la risa rebotando contra las paredes. hablábamos de nada y de todo, de los problemas pequeños del día, de los chismes de la calle, de lo que habíamos leído en alguna revista vieja. a veces la charla se alargaba tanto que ya no importaba si alguien tenía que levantarse temprano al día siguiente: la conversación misma era el refugio, el modo de mantenernos unidos.

había noches en las que por puro capricho o por falta de camas, terminábamos durmiendo los tres juntos; a veces era en las vacaciones en la casa del viejo benito y otras en el cuarto de mi hermana cuando ella volvía de la universidad. el cuarto se llenaba de calor y de murmullos antes de caer rendidos. siempre había un pretexto: que hacía frío, que queríamos contarnos algo antes de dormir, que simplemente era más divertido así. la risa nos sorprendía cuando ya casi conciliábamos el sueño, y alguno lanzaba una broma a media voz, provocando que el colchón temblara con las carcajadas contenidas. ahora, cuando me echo en mi cama solitaria, puedo escuchar todavía ese eco de complicidad, y agradezco al tiempo por no borrarlo del todo.

también recuerdo los viajes en el auto. hubo una tarde en la que mis viejos nos dijeron “nos vamos al tajin” y creo que ese fue el último viaje largo que hicimos. fueron más de diez horas de viaje, conmigo pidiendo parar para hacer pipí cada dos horas porque de la risa no me aguantaba; aunque en general, en esos viajes no importaba si el trayecto era corto o largo, la risa comenzaba desde que encendíamos el motor, me acercaron a música en inglés que yo no entendía pero terminaron siendo mi playlist de nostalgia, interrumpíamos las letras inventando tonterías, nos peleábamos por la ventana para sacar la cabeza y sentir el viento. la carretera era un escenario abierto donde nada nos pesaba. a veces ni siquiera hablábamos, pero el silencio compartido tenía otra textura: era un silencio lleno, cargado de compañía. me sorprende cómo en esos momentos la vida parecía ligera, tan ligera que incluso los problemas de la casa quedaban atrás, disueltos en el paisaje que pasaba a toda velocidad.

los días juntos tenían un ritmo particular. a la hora de comer siempre había algún juego: quién servía la sopa más rápido, quién adivinaba cuántas tortillas quedarían, quién se atrevía a robarle el vaso al otro sin ser descubierto. era una especie de pacto secreto entre nosotros, un modo de decirnos que más allá de cualquier dificultad, teníamos una mesa común y una risa a la mano. esas pequeñas rutinas eran los pilares invisibles de la vida compartida. con ellos, incluso las tardes más pesadas se llenaban de chispa. recuerdo quedarnos sentados en el patio, con una coca de vidrio para los tres en medio, hablando de planes que nunca se cumplieron, riendo de nuestros propios inventos, discutiendo sobre quién debía levantarse a traer más hielo. el sol bajaba lento y nosotros alargábamos el momento. creo que ellos querían crear recuerdos felices a sabiendas que un día el destino nos separaría y aunque ellos crecieron primero, se fueron primero y me dejaron primero, siempre fui yo la más alejada. pero gracias a ellos, a veces puedo volver a este hogar, este refugio en mi mente en el que tengo un espacio seguro.

a veces, cuando cierro los ojos, puedo revivir la sensación de caminar por la calle con ellos, los tres juntos, riéndonos de alguna tontería. la gente nos miraba raro, quizá porque hacíamos demasiado ruido, pero no nos importaba. en ese instante la vida era nuestra, completa y nada más era necesario.

pienso en ellos y siento que gran parte de lo mejor que soy se forjó en esa convivencia. aprendí a reírme de mí mismo porque ellos lo hacían primero, aprendí a escuchar porque sus historias me llenaban de imágenes, aprendí a compartir porque todo, desde el colchón hasta el último trozo de pan, se repartía entre nosotros. ahora esos recuerdos me sostienen. son la prueba de que alguna vez la vida se sintió plena, por la simpleza de estar juntos.

quizá por eso la nostalgia no es amarga, sino un refugio. cuando pienso en mis hermanos, el cuarto se ilumina un poco, la mesa polvorienta se transforma en aquella mesa llena de platos y voces, y la cama solitaria recupera el rumor de las risas compartidas. en medio del cansancio de cada día, esas memorias son ese latido en el pecho que me devuelve a aquel día en que pertenecí a algo más grande que yo mismo, algo cálido, ruidoso y entrañable.

jjang

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión