Señor de los cielos, voz que no calla,
susurro que habita mi soledad,
Tú que levantas cuando todo falla,
abriga mi espíritu en tu Verdad.
Cuando el miedo me cubre los ojos
y mi pecho retumba en agonía,
Tú soplas consuelo entre los abrojos
y nace Esperanza donde moría.
Tu Misericordia es Río sin nombre,
que lava mis culpas sin condición.
Me abrazas sin ver si soy digno o pobre,
y me ofreces Eterno Perdón.
No entiendo Tus Pasos, ni el porqué del dolor,
pero en cada herida descubro Tu amor,
pues allí donde el mundo no tiene piedad,
Tu Luz me sostiene con fidelidad.
Quédate conmigo cuando no pueda más,
sé Tú mi refugio, mi Cielo, mi Paz.
Y cuando no hable, escucha mi ser:
en mi silencio, Te vuelvo a creer.
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