Me quedé pelando mandarinas para no pensar(te), pero es gracioso, ¿sabes? Solo trataba de llenar la habitación con su aroma, porque recordé que una vez dijiste que no te gustaba, que su olor te mareaba, que era demasiado fuerte, demasiado dulce, demasiado algo.
No sé si algún día dejaré de asociarte con las mandarinas, si al pelarlas lograré olvidarte y, por fin, me sabrán dulces, pero hoy, mientras el aroma se disuelve en el aire, quiero pensar en ti, en el cariño agridulce que me ofrecías.
Y aun así, aunque intento engañar a la memoria con el aroma, sigues ahí, habitando en cada rincón, como el jugo de las mandarinas manchando mis dedos, buscando la manera de hablar contigo sin nombrarte, sin saborear cada letra de tu nombre.
Dondequiera que estés, ojalá el viento te lleve el olor de las mandarinas y sepas encontrarme en ellas.
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