Cuando a mal lo tiene.

...

Del alma, en el ángulo triste y sombrío.

Hay esa cosa que es la apatía, la indolencia, la insulsa dejadez. Que no es solo una desgana que aparece de vez en cuando, como cansancio, sino algo constante que simplemente se oculta en esa parte de la vida en la que la mente se mantiene ocupada. Ella está ahí y se muestra, sale de su burladero, cuando a mal lo tiene.

Convivimos con ella porque matarla, no sabemos otro modo, es matarnos a nosotros mismos.

Buscar el sentido de la vida, dice el filósofo, y no encontrar nada, dice cualquier otro. No hay responso.

Cada amanecer, por muy acostado todavía el sol, o las sábanas ya como piel, la misma pregunta:

¿Qué pinto aquí?

Y es que...

Allá por las remotas páginas

del libro aún por escribir,

donde el piélago lúgubre

retumba en rompientes olas,

se desdibuja la flor que nació sin pétalos,

muere el cantor sin voz,

se apaga la vela sin pabilo,

se seca, otra vez, el olmo del poeta.

Allá donde aquel que no es,

esculpe la figura

hirsuta de su propia agonía,

de su propio desamor,

anochece mucho antes

de que el sol bese

al dudoso horizonte.

Pasa de largo,

también allá,

el perro que quiso un día

ser su fiel amigo,

apedreado tantas veces

que ya no finge querer

ni para obtener su pan.

Hierbas del río.

Allá queda lo que nunca estuvo.

Allá ni siquiera existe,

porque de existir,

habría que olvidarlo.