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    Crudo

    Aug 24, 2024

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    Crudo
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    El metálico sonido de la piedra gastada del encendedor, rechina en la habitación. En penumbras, inunda sus frágiles pulmones de aquel vicio que la domina. Dientes manchados develando, no solo el exceso de nicotina, sino además el paso del tiempo y la infinita depresión. _ ¡Otro día menos! Pronuncia de manera pesimista mientras se calza las pantuflas y se dispone, a lo que día tras día, realiza con todo tipo de quejas, pero sin ninguna objeción.

    Con somnolencia y apatía se dirige a la cocina. Escoge de la alacena una taza y leche en polvo, mientras el sonido de la pava le advierte que el agua está en su punto justo de ebullición. Prepara la bandeja a modo de ritual. Entre sus labios secos y agrietados se desliza, no solo el barullo de su mente fragmentada a modo de murmullos; sino que además corea los componentes necesarios para el desayuno a modo de lista mental. Taza, repasador, cuchara grande y pastillero, el cual está atestado de círculos de igual tamaño y color, separados por alguna razón que desestima. Como si de un túnel se tratase, transita de la luz a la oscuridad por un angosto pasillo empapelado de cuadros de artistas desconocidos.

    Un desabrido buenos días se esfuma en los vértices de la desolada habitación, quedando sin respuesta. El sol aprovecha que su madre está hipnóticamente dormida, para filtrarse entre los huecos de la persiana roída, porque una vez despierta de manera imperativa, exige integra opacidad. Despreocupadamente suelta la bandeja en una mesa improvisada al costado de la extensa cama, que antes era el descanso de un televisor. nuevamente repasa de memoria, como si recitara el padre nuestro o alguna lección, para no olvidar ningún elemento necesario, porque una vez que respira hondo armándose de valor para el encuentro con lo incomodo, es perturbador pausar la acción por un olvido_Guantes, pañal, tollas húmedas, talco y crema, repite susurrando sin cesar. Orienta su huesudo y arrugado cuerpo en posición fetal, y como si de un infante se tratase, limpia sus partes pudendas con una mezcla perfecta de asco y decepción.

    _¿Cómo carajos llegue hasta aquí?. se pregunta a manera de recriminación, mientras separa los pliegues de sus nalgas para colocar crema y talco, así no se formen escaras. Una vez finalizado el fatigoso y vomitivo acto, la coloca mirando al techo y adapta sus brazos pegándolos a su cuerpo, por encima del cubre cama tejido por sus antepasados, reclinandola a cuarenticinco grados para poder peinarla. Su cuero cabelludo rogizo delata la crueldad de la accion, otra vez el balbuceo dominante, otra vez el bullicio retorcido de un monologo que despliega habitualmente sin sentido, en donde pierde la compostura y los buenos modales, desatando lo más salvaje y primitivo.

    _¡Qué castigo el mío, ojalá me libraras de tu despreciable presencia. Mala madre, mala esposa, mala en todo lo que significa la palabra mala. Y prosigue su soliloquio, convertido en aullidos, en mirada desorbitada que reflejan el animal rabioso que la habita desde siempre.

    _Ojalá alguna de las dos muriera, para poner fin a este purgatorio de almas en pena, porque somos eso, almas perdidas, seres con inocencia arrebatada y corrompida, almas estériles, personas nauseabundas. No tolero la humillación a través de tu mirada, tu ausencia convertida en silencio dejándome sola con mis pensamientos suicidas, ¡No sos madre, no sos nada!.

    Lagrimas que patinan por sus pómulos abatidos, la auxilian a salir del trance. suelta el peine y adopta nuevamente la sumisión voluntaria, acomodando sus gestos, su mirada descompaginada, sus palabras desbocadas. Reaparece una falsa armonía necesaria. La brisa se cuela entre las rejas de la ventana ahuyentando reproches y fétidos olores.

    _ ¡Mamá, abrí los ojos, el desayuno está listo! ¿Mamá? ¡mamá, no me asustes! ¡Mamá, despertá! ¡Auxilio!.

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