En enero, las noches son cada vez más calurosas y las lluvias se desean desde hace semanas. La sequía, otra vez, hace polvo todo lo verde que alguna vez imaginó crecer. Estandarte de mi generación, el calentamiento global terminará de extinguirnos, como predican los calendarios del milenio.
En espera
La sofocación se adueña de mis noches y convivo con ella fumando un pucho en la vieja galería, donde la previa del caos tiene su venue preferida.
Estas noches, las noches de muertes lentas y sudadas, las noches en las que una desea la lluvia como desea un día más antes de irse, hacen de predisponerse a dormir algo poco realista.
Entre humedad, zumbidos de insectos que caen muertos y bajos que se escapan de alguna fiesta, colándose entre las raíces de los árboles y llegando hasta mi ventana para hacerla palpitar, conciliar el sueño es memorable. Ni ahí, en lo recóndito de los mismos, es posible no sentir este calor y ahora todos y cada uno de los sueños parecen nuevos flashes, alucinaciones que oscilan entre ácido y deshidratación
Se vuelve difícil reconocer alguna cara que no sea la suya.
Hace treinta días que sueño con él, sobre el escenario, drogado y transpirado. Estoy casi segura de que, desde ese día, el clima de Buenos Aires es su sombra y me persigue. Ya no sé si no puedo sacarlo de mi cabeza porque existe en la violencia del calor y en lo erótico de todos esos cuerpos sudados y brillosos
O capaz, otra vez, el sol me volteó.
Estas noches se parecen mucho a él y a su gente, al clímax que desemboca entre delirios suyos y deseos nuestros.
Más dionisíaco que dionisio
Es consagrado líder del olor a sudor, los pelos largos, los cueros y los orgasmos.
Sigo pensando en su crónico desdén que me empuja, entre pogos, a sus pies, donde una vez más espero arder con otros.
Recomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión