crónica de tres meses
Oct 1, 2024
Lo primero que hay es incomodidad. ¿Por qué no puedo sacarte de mi cabeza? Molestia, pero no al punto del rechazo. Por algún motivo quiero más, necesito más, ¿por qué quiero más? No comprendo mis motivos, mucho menos los tuyos pero sin embargo, ninguno de los dos se rinde ante este juego que creamos.
Luego aparece la vergüenza. Esto nunca me pasó con nadie, ¿por qué necesito conocer tu cercanía? ¿Qué hay en tu pronunciación de mi nombre que termina de revolucionar mi alma? ¿Estoy enloqueciendo? Las paredes se achican, la picazón se acentúa y tengo la necesidad de salir corriendo a buscar aquello que me falta cuál adicta en período de abstinencia.
Por último, ternura. El alivio de saber que no estoy sola. Floto en un mar de algodones y sedas mientras me regocijo del cosquilleo que inunda mi corazón hasta mis pies. Desesperadamente navego los océanos de mariposas, esperando que un día me encuentres y me lleves a la orilla. Que me cuides y me llenes de aquello tan puro y cálido como el abrazo materno.
Por favor, no rompas mis ilusiones, que son frágiles y pocas, que no las disfruto así tan seguido y que Dios sabe mi corazón no podría soportar otra pérdida.
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