Kafka es un sujeto ansioso, dinamitado por la inquietud nacida de su propio desarraigo. Se trata de un desarraigo multifacético, por un lado Kafka se siente rechazado en su propio hogar, con un padre autoritario, exigente, con el que se encuentra en una lucha silenciosa constante. Por otro lado, se siente desarraigado en su propio país, tenemos que entender el contexto histórico y étnico que vive Kafka como descendiente de judíos en Praga, en lo que en ese momento era el Imperio Austrohungaro.
Sin embargo el análisis de Kafka de la realidad no se remite única y exclusivamente a sus vivencias únicamente personales, también denota un “aura” de pesimismo extraída directamente de la urbanidad y sus características principales, entre ellas la anomía. En un entorno urbano como el que vivió kafka, con la consolidación de un régimen comercial, capitalista y con un foco en el entorno urbano y el trabajador proletarizado, se observa tanto en estas clases como en las clases un poco más acomodadas (entre ellas la familia de Kafka) una pobreza moral y espiritual con la cual el mismo Kafka se siente resentido.
La anomía anteriormente mencionada hace referencia a la falta de personalidad y a la pérdida del yo y de la identidad. Esta anomía voraz, fruto de la crisis de la tradición y los movimientos masivos migratorios del entorno rural al urbano que acompaña al avance de la modernidad capitalista, es la que históricamente funcionará como catalizador del sentimiento nacionalista, con el que se busca conquistar una identidad y que encontrará un fuerte detonante en la Primera Guerra Mundial que conllevará la destrucción del imperio polietnico austro-hungaro en favor de las nuevas naciones con identidades nacional-étnicas marcadas.
Esto último tiene importancia, debido al carácter estresado y angustiado del judío en esta época histórica concreta, hay que tener en cuenta que hasta la Revolución Francesa el judío era tratado con desprecio (y todavía se vivirá esto en la época de Kafka) y no era tenido en cuenta. Para poder avanzar en la sociedad el judío debía asimilarse, dejar parte de su identidad cultural propia en pos de “nacionalizarse” como francés, alemán, austriaco, etc. Esta relación casi esquizofrénica que vive Kafka internamente debido a que su familia pertenece a este grupo y esta angustia existencial marcará su vida y sus escritos, hasta el punto de marcarse como meta una peregrinación hasta la Tierra Prometida, sin poder consumarla.
Este entorno de pobreza espiritual, de búsqueda de sentido, de sentimiento de no pertenencia, es el área en el que Kafka se mueve sigilosamente. Sigilosamente porque él también se ve afectado, como hijo de su tiempo, por este fenómeno. Sus novelas están plagadas de un sentimiento pesimista y derrotista, y sin embargo deja espacio para la expresión del humor, como ironía, ante una realidad así de oscura. Dado que Kafka se mueve en el universo de los mundos interiores, no podemos decir que sus novelas y relatos sigan un canon de tipo realista o naturalista. Sus obras, aunque realmente reales en cuanto al análisis del mundo interior humano, no analizan el exterior sino el interior del pensamiento y “espíritu” del individuo, y a partir de ahí se extrae la realidad histórica y social vivida por el escritor.
Todo esto que ya se ha presentado de forma inicial se puede observar en la obra “La Metamorfosis” de Kafka. En primer lugar Gregor Samsa se encuentra convertido en insecto, pero esto no podría importarle menos, o más bien, solo le importa en tanto en cuanto afecta a su capacidad para trabajar. La anomía asociada al trabajo, el fin y único propósito de su vida es el de trabajar para poder mantener de manera acomodada a su familia, incluso este dinero se cuela en la formulación de fantasías como la de poder pagarle las clases de música a su hermana.
Por otro lado, el encierro, representado por la habitación, desde la cual observa las penurias por las que pasa su familia sin poder actuar, sin poder realmente cambiar las cosas a mejor. Es decir, aparte del encierro la habitación simboliza la impotencia y la falta de control sobre la realidad, lo cual angustia al personaje en un primer momento y finalmente se convierte en apatía hacia sus seres queridos y su antigua vida.
La relación de Kafka con los símbolos es más que tangible, forma parte de la obra en sí. El padre autoritario, la madre sumisa al poder familiar, la hermana dócil y servicial, todos un reflejo de la vida de Kafka y a su vez un símbolo de la moralidad burguesa y la familia tradicional. Como dirá Camus décadas más tarde: “Kafka expresa la tragedia con el día a día y el absurdo con lo lógico”. La Metamorfosis se configura como una expresión de la tragedia kafkiana.
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