Pertenezco a la denominación cristiana protestante, donde se hace mucho foco en lo que el Espíritu Santo puede hacer. Generalmente, se lo relaciona con lo que se siente; los predicadores dicen: "Se siente la presencia de Dios". Pero, ¿esto es realmente así?
Un día me pregunté: ¿No tenemos la misma sensación en un concierto que en la iglesia?
Cuando dicen que sienten la presencia de Dios, se refiere a cosas como llorar, reír o que se les eriza la piel — técnicamente se llama frisson.
Estas sensaciones las causan la música y los discursos emotivos, que hacen liberar dopamina en el cerebro: una reacción del sistema nervioso que genera esa sensación de trascendencia o euforia.
Otro punto para tener en cuenta es la oxitocina y el contagio emocional. Esta sustancia se segrega cuando cantamos juntos o escuchamos una charla — lo mismo que en conciertos — y nos da la sensación de unidad y presencia. También hay las neuronas espejo: si vemos a alguien llorar, el cerebro imita esa sensación y nos podemos sentir igual.
Lo que quiero decir es que la fe no es una sensación — la fe es creer, más allá de las sensaciones. En Hebreos 11:1 dice que "La fe es la certeza de lo que se espera, y la convicción de lo que no se ve". Y según la Real Academia Española, la certeza es "conocimiento seguro y claro de algo" y la convicción es "idea a la que se está fuertemente adherido". O sea: la fe no se basa en lo que sentimos, sino en lo que creemos.
Dios es omnipresente — está en todos lados — y nosotros tenemos que entrar en su presencia creyendo, no solo sintiéndola.
Si nos basamos en las sensaciones, tenemos una fe débil: si no sentimos, no creemos. Algo así como le pasó a Tomás:
Juan 20:25-29: Le dijeron los otros discípulos: "Al Señor hemos visto". El les dijo: "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré".Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros".Luego dijo a Tomás: "Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente".Entonces Tomás respondió y le dijo: "¡Señor mío, y Dios mío!"Jesús le dijo: "Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron".
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