Personalmente, puedo decir que la idea de que "es mejor estar solo que mal acompañado" ha resonado profundamente conmigo a lo largo de los años, especialmente al enfrentarme a las expectativas sociales sobre el matrimonio y la familia. Con el paso del tiempo, he sentido presión de amigos, familiares y hasta de desconocidos que preguntan con regularidad sobre mi estado civil o cuándo planeo "sentar cabeza". A veces, estas preguntas parecen sugerir que algo falta en mi vida por el simple hecho de no seguir un camino convencional.
He aprendido, a veces de manera difícil, que cumplir con estas expectativas por el mero hecho de satisfacer a otros no conduce a la felicidad. En ciertos momentos, he estado en relaciones que no eran adecuadas, solo por el miedo a la soledad o por el deseo de encajar en el molde que la sociedad había preparado para mí. Cada vez que estas relaciones terminaban, me encontraba regresando a un punto de reflexión personal intensa, preguntándome por qué me sentía tan insatisfecha cuando -supuestamente- estaba cumpliendo con todo lo que debía hacerme feliz.
Con el tiempo, he comenzado a valorar más mi propia compañía y a entender que estar solo no tiene por qué ser sinónimo de soledad. He descubierto hobbies e intereses que me apasionan y me permiten crecer, he fortalecido amistades que son genuinas y enriquecedoras, y he aprendido a disfrutar de la tranquilidad que viene al no tener que comprometer mis valores o mi bienestar por mantener una relación que no me llena internamente.
Esta toma de conciencia ha sido liberadora. Ha implicado aceptar que tal vez no siga el mismo camino que muchos otros, pero eso no me hace menos feliz. Aceptar esto no siempre es fácil, especialmente cuando uno se enfrenta a comentarios o miradas de lástima de aquellos que asumen que una vida sin pareja o sin hijos es una vida incompleta.
Sin embargo, la verdad es que cada persona tiene su propia versión de la felicidad y del éxito, y estas no necesitan ser dictadas por las normas sociales.
Cada uno de nosotros tiene su propia versión de la felicidad y del éxito, y estas no necesitan ser dictadas por las normas sociales. Es mejor estar solo que mal acompañado, sí, y es aún mejor estar en paz con las decisiones que uno toma sobre cómo vivir la propia vida.
“tienes que saber lo que vales, incluso si eso significa quedarte solo” - Mario Benedetti
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