Hace ya varias noches, la pobre víctima merodea por las habitaciones de esta especie de trinchera, la cual lamentablemente llamo casa.
Luego de varios intentos fallidos y algunas heridas en la piel, hoy decidí terminar con esta pesadilla en forma de convivencia. El insomnio se volvió paranoia y la paranoia un motivo para embarcarme en este crimen en potencia. Un asesinato perfecto requiere de precisión y agilidad, pero sobre todo de sorpresa. Un golpe limpio y seco, no puedo dejar rastros.
Todo está listo, el plan y la ejecución del mismo, que fue ensayado meticulosamente una y otra vez en mi mente. Me oculto en la oscuridad, quieto, inmovil, como si estuviera dormido. Ella hace su rutina, primero al baño y luego al dormitorio, donde todas las noches la espero. Allí viene, sabe que estoy aquí pero no puede verme, yo tampoco a ella.
Solo debo permanecer atento y esperar el momento exacto. Merodea a mi alrededor, lo percibo. Impaciente pero sigilosa, se esfuerza en no hacer ruido para no despertarme. Sabe que si me despierto, puede que intente golpearla.
El miedo me invade, se agita mi respiración y aumentan mis latidos. Se mete en mi cama que ahora es nuestra y una gota de transpiración recorre mi frente ,a su vez, la vibrante adrenalina se apodera de mi. El zumbido delata su posición exacta y dicta su sentencia. Ha llegado el maldito instante, es hora de cometer el crimen, me digo, y…¡¡Clap!!
Un aplauso seco y el silencio que lo precede. Mis palmas presionándose a sí mismas y entre ellas, un cadáver. He creado la muerte, pienso. Soy un asesino, siempre lo fui y no me arrepiento de serlo.
Siento algo de lástima, fue una digna distracción y aunque ya no esté, dejó sus huellas en forma de picadura.
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