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Para celebrar el 569 aniversario de la primera Biblia impresa, un Espíritu a medio santificar, en una especie de sueño consciente del soñar mismo, me ha encargado un prólogo para una edición especial del Sagrado Libro, y yo, aunque no muy convencido:
"Fueron seis días intensos; mucho más de lo que aparentan ser según el relato que aquí se presenta.
Crear un universo no es asunto menor, ni siquiera para un Dios".
Así me lo ha explicado Él, al consultarle para este encargo.
Imaginación y esfuerzo en dosis superlativas. Por lo visto.
Por eso el séptimo día está durando tanto.
Dios (así me lo ha confirmado en un decir susurrado), tras la Creación, sigue descansando. Un Hacedor omnipotente y plenipotenciario (¿Sinónimos?), necesita un descanso de similares proporciones a las del trabajo realizado.
Y tampoco ha querido, por ese no tener ganas de hacer más, explayarse mucho en explicarme el caso.
"Todo lo demás no es cosa mía. Yo soy anarquista".
Con esta revelación me dejó atónito, claro.
¿Por qué yo, para este encargo, Ser Supremo? -Le pregunté intrigado.
Pero ya había desconectado el chat.
No es fácil hablar con Dios.
Solo una cosa más puedo contar de este divino encuentro:
"La Biblia, aún siento un batiburrillo contradictorio, no está mal, pero prefiero El Principito".
Eso me dijo.
Por mí parte, tan solo un escriba más de los muchos que son y han sido (y quizás sean en el futuro), doy por cumplido el recado.
(De pago alguno, me da que no hay compromiso).
Lean la Biblia y se harán ateos.
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