Crecer

A veces me extraño.

Extraño mi forma de reír, extraño mi indiferencia para vestir, extraño mi manera de ser y extraño danzar entre los árboles las tardes de verano.

Extraño la inocencia de mis ojos, incluso cuando muchos dicen que aún soy un alma joven.

Me da miedo crecer, y creo que es algo que a todos nos pasa.

Me aterraba madurar y entender cada vez más sobre los rincones más oscuros de este mundo, me aterraba verme en los reflejos, me aterraba verme crecer.

Hasta que un día, luego de tanto miedo, me volví a ver en el espejo, vi un esfuerzo, vi miedo, vi valentía y vi desesperación, me vi crecer.

Me miré unos segundos, miré mis marcas, mi pelo corto, mi abrigo y mis lentes.

Seguía siendo la misma miope de siempre, pero algo había cambiado, y tal vez, solo tal vez, no era tan malo.

Sonreí, vi el brillo que mis ojos tenían, el que extrañaba tanto, me di cuenta en la persona que me convertí, parecía un desastre, pero en mi alma, era la esencia más joven y juguetona que podía ver, se veía en mis ojos.

Me costó verme al espejo durante los próximos días, pero aunque me costará aceptar que esa era realmente yo, noté  muchas mejoras.

La tristeza en la que creía empezaba a comprenderla como algo sensible, el corto de mi pelo (que tanto odiaria tener de niña) se volvió un poco mejor de lo que pensaba ver, y la sonrisa que tanto odiaba en mi, me hizo llorar de la felicidad, por primera vez.