Estuve reteniendo esta idea por meses.
La guardé todo el invierno.
El veintiuno de septiembre,
gracias a un empacho,
me senté a escribirla.
La hoja,
Un lápiz con poca punta,
desgastado de hacer garabatos
y con un ligero dolor de cabeza,
redacté las primeras oraciones.
A los cinco renglones mi mano se debilitaba.
Cada vez era más difícil escribir.
Mantener los dedos en posición.
Mover la muñeca.
Pero el problema no era mi mano,
sino el lápiz.
Me pesaba más que antes
¿Había cambiado su forma?
Observé
Su nueva apariencia
Brillaba, tenía una punta filosa.
Olvidé qué estaba escribiendo
Había perdido la idea que tanto retuve.
Pero mi lápiz no era más un lápiz
Me resigné.
Imaginé a mi idea sumergiendose en los oscuros laberintos de mi memoria
Encerrada,
Cómoda,
Feliz en las tinieblas.
Entonces,
no quedaba otra cosa por hacer.
Tomé el bisturí
Y apoyé su punta sobre mi cabeza
Hice un primer y pequeño corte
No había vuelta atrás.
Esperé a ver que salía...
Unas gotas de sangre
Cayeron como burlándose.
Cerré los ojos
Tomé el bisturí con firmeza
Respiré profundo
y el segundo corte fue más preciso que el anterior...
Un aire tibio,
como un suspiro,
salíó de mi cráneo.
Entonces,
Todo brotó
Tantas imágenes
Cosas que había olvidado,
Olores
Sabores
Y colores.
También salió música,
Cartas
Y nombres.
Mi idea estaba ahí
No solo esa
Sino todas las ideas que había olvidado
Y ahora salían de mi cabeza
En forma de canciones.
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