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COSAS QUE SE HACEN POR AMOR

Oct 17, 2025

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COSAS QUE SE HACEN POR AMOR
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COSAS QUE SE HACEN POR AMOR

 

Ana miró su reloj pulsera y supo que él estaba por llegar. El bar bullía de oficinistas y gente solitaria que después de la jornada buscaban un respiro antes de regresar a sus resignadas vidas cotidianas. Ana se acomodó en el taburete y al mirar al costado lo vio sentado a su lado.

-Como siempre, no te vi llegar-, le dijo al recién llegado con notorio desencanto.

-Como siempre, vos no me registrás, supongo que por pensar en otras…cosas-, respondió el hombre con resignada ironía.

-¿Para qué me querías ver?- fue la gélida réplica de la muchacha.

El hombre abrió su puño mostrando en la palma de su mano una pequeña flor hecha con alambre de cobre.

-Pensé que esa flor ya no existía…-, expresó Ana.

-La guardé cuando me la devolviste-, respondió conmovido el hombre.

La muchacha se acomodó en el taburete y, lapidaria, expresó:

-Creo que la otra vez fui muy clara. Vos sabés el empeño que le puse a lo nuestro, pero mi naturaleza pudo más.

Ensombrecido, el hombre miró los ojos de la muchacha, y dijo:

-Es que te sigo amando… primera vez que me sucede algo tan innegable… tan absoluto…

Ana lo miró con elevada seriedad, y resignada, respondió:

-Estoy con alguien… y es tan especial que me hace percibir a la incertidumbre como un símbolo de felicidad.

-Yo solo vine a mostrarme tal cual soy-, dijo el hombre haciendo con su brazo un paneo de sí mismo.

Ana rio con ironía, y con lapidación, expresó:

-Ahora te mostrás tal como sos… Y ni siquiera supe tu verdadero nombre…

-Tengo muchos nombres…

-Claro, como los delincuentes.

-Como los exiliados…-, afirmó él.

Se produjo un silencio solo interrumpido por los ecos de las parrafadas de las mesas vecinas. Al rato, Ana rompió el mutismo diciendo:

-De todos modos ya te dije que estoy con alguien.

-Lo sé.

-Y que ese alguien es mujer, y la amo.

-También lo sé.

- ¿Entonces?... ¿qué fanfarria es esta?

- Digamos que es un patético manotazo de ahogado de alguien trágicamente enamorado-, concluyó él, derrumbado de angustia.

Ana miró cómo dos clientes discutían a los gritos desde una mesa cercana, y cuando volvió la vista notó que el hombre ya no estaba. Señalando el taburete vació, Ana miró al barman y este se encogió de hombros. A esa hora la tarde lloraba crepúsculos. Cansada, abandonó el bar y se dirigió caminando por la vereda ajedrezada con rumbo a su departamento. La noche ya se había cristalizado cuando luego de abrir la puerta, Ana se encontró con la joven terminando de poner la mesa. Mientras cenaban en silencio, la muchachita observó varias veces a Ana con preocupada melancolía. Luego de lavar juntas los platos, la escena se trasladó a la habitación, donde se entregaron a la cotidiana e inevitable pasión. Aletargada por el ímpetu juvenil de la muchacha, Ana percibía cómo su humanidad corcoveaba sin control, hasta que la descarga redentora trajo un aliviado sosiego a su cuerpo. Todavía agitada, Ana se dirigió al baño. Entonces, viéndose sola, la muchachita abrió con sumo cuidado su puño, y contempló por última vez la florcita de alambre, mientras un breve y discreto vaho a azufre se escabullía cauteloso por los oscuros entresijos de la ventana mal cerrada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Roberto Dario Salica

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