Cosas que nunca supimos decir:
Te vi ayer. Pasé frente al café donde solíamos sentarnos a odiar al mundo. Estabas con alguien más. No mirabas como me mirabas a mí. Había algo en tu postura, en la forma en que tocabas la taza, que me hizo pensar en lo fácil que es fingir que todo está bien cuando alguien te observa.
Te imaginé riendo. Esa risa que era un grito en silencio, que arrancabas de algún lugar que yo nunca pude tocar. La misma risa que hacía eco en mis noches, como un insulto, como una promesa rota.
Dicen que el tiempo cura todo. Mentira. El tiempo no cura nada. Sólo nos obliga a acostumbrarnos. Como un par de zapatos nuevos que aprietan al principio, pero después los llevas igual, aunque sabes que te están dejando cicatrices.
Cuando saliste del café, te detuviste un segundo. Creo que miraste hacia donde estaba, pero tal vez fue mi imaginación. O el tipo de coincidencia absurda que el universo tira en tu cara para recordarte que todavía duele.
Quise gritarte algo. Decirte que no he olvidado cómo usabas mi camisa vieja para dormir. Que aún siento tus manos en mi espalda los días que llueve. Pero no dije nada. Porque, ¿para qué?
Nosotros éramos buenos en el silencio. En lo que no se dice. En ese amor mudo que nunca llegó a escribir su final. Y ahí, en medio de la calle, lo entendí: no es que te extrañe a ti. Extraño a la versión de mí que sólo existía contigo.
Y ahora somos eso: dos desconocidos con un pasado en común, que pasan uno junto al otro fingiendo no reconocer el olor del desastre.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión