Estaba tomando un café y, al lado mío, un pibe hacía lo mismo. Lo llamaron por teléfono y él dijo: "estoy yendo para allá". No pude contener una sonrisa, y él tampoco pudo con la suya. Me guiñó el ojo, nos empezamos a reír, y después seguimos tomando el café, tranquilos, como si nada.
Una piba me besó. Lo importante no fue el beso, sino lo que me hizo sentir: electricidad en la espalda. Sospecho que fueron mis alas congeladas moviéndose un poco.
El lunes, en el banco francés, un tipo cincuentón me preguntó cómo funcionaba el sistema de cajas. Le dije que cuando su número se pone en rojo, es su turno. Agarró confianza y me contó que es DT de un equipo femenino y que tiene un problema porque tiran muchos pelotazos. "Poné una piba en el medio", le dije, "que sea distinta, que haga jugar, que invente. Una siempre hay". Me tocó pasar primero y, cuando me fui, le dije: "chau, maestro". Él me contestó: "chau, flaco, gracias". No sé si por lo de la caja o por mi consejo futbolero. Igual, ojalá el sábado le vaya bien, me haga caso o no.
Hace un par de partidos que, en el fútbol de los lunes, vengo metiendo goles. Disfruto la sensación de sentirme el goleador del Nacional B o algo así. Dura un ratito, hasta que vuelvo a casa. Es una pavada, pero llega el lunes otra vez y soy el 9 de Nueva Chicago, de Chacarita o de San Martín de Tucumán. Qué cosa linda debe ser jugar en esos equipos. Sospecho que el que va cada tarde no es el Niyén de 29 años, sino el de 10. Lo que pasa es que después nos unimos en el mismo cuerpo.
Niyén Pibuel
voy por la vida muy tranquilo y sin apuros porque para mí es excesivamente larga y cada tanto aburrida :)
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