Es una carretera sin final, no hay nadie a mí alrededor. Es un día cálido y soleado, puedo sentir brisa rozando mis parpados, moviendo mi cabello. Abro mis ojos y todo se apagó. Es de noche, la tormenta habita encima de mí; los arboles crujen; el aire perfora mis huesos. Un brillo intenso reluce desde el cielo alumbrando tenuemente el camino infinito y de pronto me encuentro yo. Tiesa en medio de ese camino inmenso lleno de niebla.
Algo que solía ser un vestido blanco, ahora pedazos de tela colgando, cubren mi torso. El tacto frio del pavimento con mis pies desnudos despierta mis sentidos: parpadeo uno, dos, tres…Bajo la mirada y mis ojos se encuentran con mis manos pintadas de rojo, mi vestido salpicado de manchas color carmín; mi rostro, frio y húmedo, soltaba lagrimas que al caer sobre mis mejillas se teñían de sangre. Cerré mis ojos, quería salir de ahí, pero sabía que ese cálido día que soñaba no iba a volver.
Aves aleteando tan fuerte como mis palpitaciones, volaron sobre mi cabeza y mis piernas empezaron a correr. ¿De quién corría? ¿Por qué estaba ahí? Mirar hacia atrás era cavar mi propia tumba, tomé el aire que no tenía, la fuerza que me faltaba y seguí corriendo. El camino no cesaba, no había nada, ni siquiera un arroyo para quitar el rojo de mi cuerpo; mi cabeza giraba a los lados, buscando algo, pero lo único que podían ver mis ojos cubiertos de lágrimas, eran líneas que suponían ser árboles, y kilómetros de oscuridad que se escondían tras ellos. ¿A dónde iba? Mis pies dolían, mi pecho quemaba con el frio de la noche, mi corazón iba tan rápido que no podía distinguir una palpitación de otra, pero no quería parar, podría alcanzarme, no podía detenerme, no quería hacerlo, quería escapar, huir de esa pesadilla. Ocupé mis pensamientos deseando ver esos delicados rayos de sol, flores a los lados y un final a esa carretera.
Las ramas secas de los arboles crujían, los pájaros estaban tan alterados como yo, parecía que algo les asustaba. Mis pies se hundían con pequeñas piedras que había en el camino, pero no me detuve. Mi vestido, o más bien lo que quedaba de él, se movía bruscamente, azotando mis piernas heladas, dolía, pero no me importaba. Mis manos ardían, sentía que algo pinchaba mi palma, como si tuviese una herida y algo hubiese entrado en ella ¿Quién me lastimó? pero no quería mirar mis manos, no quería voltear hacia atrás buscando a alguien que pudo hacerme esto, no quería seguir huyendo, pero tenía miedo y seguí corriendo.
Un sonido detrás de mí, me hizo detenerme. Un freno en seco paralizó mi cuerpo nuevamente en esa calle desolada, mis oídos se agudizaron, podía sentir y oír todo: como mis pulmones se llenaban de aire, como la sangre corría por mis venas, como mis manos y pies se entumecían, y repentinamente oí pasos, alguien me perseguía, venia rápido, sus pisadas eran fuertes y precisas. Un escalofrió recorrió mi cuerpo, desperté y comencé a correr. Cada vez estaba más cerca de mí, iba a alcanzarme, pero no decía nada, no escuche un grito o un nombre, siquiera un sollozo, solo corría y yo escapaba. No sabía quién era, ni porque me perseguía, quizás escapaba de lo mismo que yo ¿De quién huimos? el terror me cubría y no quería mirar hacia atrás.
Seguí corriendo, pero se detuvo, sus pasos pararon en brusco, mi marcha iba cada vez más lenta y cuando logré detenerme, la escuché, su respiración, sonaba igual a mí: agitada, desesperada. Por un momento pensé en darme la vuelta y ver si necesitaba ayuda, pero sin creerlo, su marcha comenzó otra vez. Venia por mí. Un grito de desesperación salió de mi boca y rondaba por los arboles oscuros del bosque. Mis pies agotados y mis piernas desechas, ya sin fuerza continuaban corriendo ¿Por qué tenía tanto miedo? ¿Quién me perseguía? Cansada de huir, sin aire, sin fuerza y sin esperanza de encontrar el final a esa noche tan oscura, me detuve.
Llene mis pulmones de aire y un llanto doloroso broto de mí, iba a alcanzarme. Cerré mis ojos, tenía miedo, pero mis pies lentamente giraron hacia esas pisadas, mis pestañas se separaron y la vi correr hacia mí, desesperada, exhausta, lastimada. Su vestido blanco, sus manos, su rostro manchados de sangre; sus piernas tenían tonos azules, quizás por el frio; el brillo de la luna tocaba sus ojos llenos de lágrimas, era yo. Huía de mí, de mi pasado, de lo que me atormenta día y noche. Las lágrimas que desborde, la sangre que derrame intentando matar a mis demonios, las noches infinitas donde la luna era mi única compañía.
Cuando la vi se hizo de día, un tenue calor brotaba del asfalto, los arboles eran igual de verde que una pradera, el canto de los pájaros era tan suave como la corriente que pasaba por mi cuerpo; inhalé aire fresco, aire nuevo. Mis palmas, mi rostro estaban limpios; mi vestido, ahora completo, era tan blanco como las nubes; y ella, aun sucia, cubierta de sangre y lágrimas, me abrazó, no iba a cambiar, siempre seria así. Un suspiro de alivio salió de su pecho y una sonrisa se dibujó en mí, sabiendo que todo estaba bien y podía dejar de correr.

Rulitos ♡
Mis rulos y yo contra el mundo. Escorpiana, poco estigmatizada. Solo son mis pensamientos, mis momentos, nada de argumentos.
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