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Coronación

Marcelo

Aug 4, 2025

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Coronación
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I. El lamento del Viejo

Triste el Sol se lamenta:

que ausente la corona en su cabeza,

él por más que lo intenta

no consigue la alteza,

pues dignidad no es fruto de riqueza.

Él sentado en su trono

dio a su carestía toda razón,

puesto que no hay patrono

que estando en condición,

no dé a sus criados la justa atención.

Lleno de gracia, para

hacer justicia como buen pastor

debía dar su cara

al mundo con amor

y así transformarse en astro mayor.

Pero el Sol que es muy sabio,

sabe que al mundo no puede ir desnudo,

porque haría un agravio

tan inmenso y agudo,

que al mostrar su cuerpo celeste y crudo

cegaría los ojos

a los Hombres, tanto por su fulgor

de cien mil fuegos rojos;

o por su voz de flor,

que al haber tantas no engendran temor.

II. Amor y parto

Pronta ya la mañana,

el Sol por no ver su amor naufragar

en bahía lejana

cual triste leño en mar,

de la tierna Venus hace su hogar.

Así queda el destello

en el corazón hueco del Lucero,

donde se forma el sello

que en matrimonio vero,

unirá a la Señora y al Viajero.

En el Alba la Esposa,

para los hombres que guardan el cielo

y que a la silenciosa

materia puesta en velo

hacen surcos con peregrino celo;

a los que campesinos

y poetas profetizan la aurora;

a ellos, los cristalinos

signos de la Amadora

les son revelados en feliz hora:

“que el Sol pronto ya está

y para ser coronado Él, al Mundo

como siervo vendrá,

pues el oro fecundo

se aprecia como criado o vagabundo.

Que bajo la cadena

el rostro gana su forma y mirada,

con el que la serena

vista de amor colmada

sirva al Globo”. Dicho esto, en la alborada

Él y Ella se hacen Uno.

La Portadora airea su aluzado

vientre, quien oportuno

se hace saber preñado

del que abrasador se hizo delicado.

III. El Hijo

De la entraña amorosa

una centella de rostro gentil

como madre afectuosa;

pero con el viril

temple del padre tallado en marfil

nació. Y así bendijo

la tierra, que entregada al mineral,

se había hecho cobijo

del infausto puñal

venenoso, que al Hombre hizo animal.

IV. La coronación

El Andrógino Rayo

se hizo el galán con la muda dulzura:

los gorriones de mayo

que invitan a la altura

a la nieve que el enclaustro procura.

Así la eternidad

para el Hijo se hizo oro coronario,

pues el mar la humildad

del Padre que vicario

hizo a su sangre, por ser necesario

que el Sol, fiel pretendiente,

atendiese con empleo los fueros,

celebró diligente

y colocó los veros

laureles de oro en los sienes primeros.

Pero como al completo

reino ha de servir, sobre la inmundicia

y el sufrimiento inquieto

tuvo la audaz caricia

que hacerse, para el Brillo dar justicia.

Sobre el grito de muerte

que lanza el bebé al verse del Jardín

Uterino, él inerte,

expulsado cual ruin

asesino, sucio con el hollín

que deja la carne al

empalidecer frente a la impotencia.

La que se apila tal

como la virulencia

en los dientes, hasta que la inclemencia

los hace, por el alma

juiciosa, caer al fin de rodillas;

aceptó el Hijo en calma

que las manos de arcillas

se alzaran a las cumbres amarillas.

V. El pájaro rompe el cascarón

Tu pueblo así te entrona.

De oro y mugre te haces rey verdadero,

pues la áurea corona

solo es del dios entero.

Lleva el escudo y el látigo fiero

Marcelo

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