Y me gusta seguir creyendo que aún te encontrás aquí, entre corazones palpitantes.
Me gusta hacerme a la idea de que simplemente huiste con una idea de reconocer el mundo y tomarlo como tuyo, con aquellas manos que no eran más que dulzura.
A veces me gusta sentarme a pensar que solo volviste tus sueños en una realidad que ya no resbala entre suaves dedos, ni depende de hilos enredados.
A veces me gusta creer que seguís en cada respiro, en cada latido, en cada rincón del cielo estrellado.
Creo que el dolor aún se desplaza de un lado a otro, porque, de algún modo, aún espera tu susurro entre las sombras.
Tal vez un movimiento en aquel rincón oscuro, como si deseara verte nuevamente.
Y entre tantas risas, aún puedo escuchar el eco de la tuya.
Cada bostezo es como un paso más cerca de verte nuevamente, y cada sueño es para sentir tus abrazos otra vez, aquella calidez que no encuentro ni en mantas...
Y a veces pienso en lo que podríamos estar hablando si estuvieras acá, conmigo, merendando.
Tal vez estarías contando historias tontas, como quien repite cuentos.
O probablemente estarías hablándome de tu juventud, como si fuera algo que aún pasa frente a tus ojos.
A veces creo que los espacios quedaron demasiado pequeños para este dolor que no escapa, que me retiene y me agota.
Y ya no me gusta llorarte, porque siento que te retengo con un dolor que no me gusta.
Jamás me gustó la melancolía, y ahora que ya no estás, es todo lo que tengo en mi vida.
Y hay días en los que te pienso más, aquellos en los que no quiero hacer más que llorar hecha bolita en la cama.
Y hay días en los que solo quiero volver a escuchar tu voz entre susurros, como quien intenta calmar el dolor de otro.
Pero creo que los sueños son ahora lo único que me conecta a vos.
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