Conviviendo con cuervos

Existe un dicho que dice: "Cría cuervos y te arrancarán los ojos".

Pero, ¿alguna vez has convivido con cuervos sin criarlos? Y a veces, en otras ocasiones, ¿te imponen criarlos aunque no te corresponda?

Eso duele, duele demasiado.

No necesitas criar cuervos para que te arranquen los ojos; basta con vivir con uno de ellos para que los ojos sean poco. Y, con el tiempo, logras ver algo interesante, pero doloroso.

No convives con cuervos, sino con buitres. Que poco a poco se alimentan de tus emociones, de tus acciones y de tus sentimientos. Crean calumnias a tus espaldas, dicen mentiras con tal de quedar bien ante los demás, mientras tú te hundes cada vez más en la penumbra.

Te llaman egoísta por no compartir, aunque sea lo único que tienes para comer. Te llaman egoísta por no usar tu apellido, sabiendo bien que no te representa. Te llaman egoísta por decir la verdad en las discusiones, porque decidiste no aguantar lo que otros prefieren callar.

Te tratan como un cuervo cuando ellos son buitres. Te dicen que te aman, pero sus acciones dicen lo contrario.

Te confunden, buscan un error para salvarse, te recalcan todo lo que hicieron por ti, pero no admiten que te abandonaron en tu peor momento. Que fueron amistades, no ellos, quienes lograron salvarte. Y que, si esas amistades no lo hubieran hecho, estarían llorando en tu tumba.

Pero siempre serás el egoísta, el que está mal. Siempre estás mal.

Tanto que terminas creyéndolo, pero tratas de ver más allá de eso.

¿Y aun así hay que perdonar? Todos cometen errores, pero no vale la pena si no son capaces de cambiar porque no admiten que están mal.

Convive con cuervos y, cuando intenten arrancarte los ojos, míralos bien.

Y notarás que no podrán hacerlo, porque estás lo suficientemente vivo como para causarles miedo.