Te puse en la cúspide de la pirámide
intercambie fidelidad por protección
pero sólo fuiste decepción.
Tiempo después viniste
a golpearme la puerta,
eras sólo un mortal asustado
me susurraste detrás de la puerta:
dios no existe
yo, ya no existo.
El polvo traspasó la puerta y las ventanas
yo lo sople y me convertí en atea
las alas crecieron
y formaron un escudo
ante
el cuento desarmado.
Intenté volar, pero caí
lo intenté de nuevo y tropecé
soñe que levantaba vuelo
pero la alarma comenzó a gritar
dios no existe
vos no existis.
Eran voces que me ataban
era la historia que ya no me amaba
eran tus huesos que me mataban
era tu ausencia que me juzgaba.
Me desperté y no estabas
veía todo nublado,
sólo sombras de un hombre
que jugaba a ser dios
porque moría de amor.
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